Terminó mal Once Caldas por más que se quiera maquillar la campaña. Era el cuarto favorito del grupo y fue el puesto que ocupó sin ganar ningún partido durante los cuadrangulares, logrando escasos tres puntos de 18 y eliminado en la quinta fecha. Peor, imposible, un final de semestre que obliga a repensar el proyecto.
Sin embargo, hay atenuantes. El principal, que se sabía desde el comienzo, la falta de un plantel competitivo, de lo que al parecer algunos apenas se dieron cuenta ahora, entre ellos el Arriero, quien tácitamente lo aceptó en la última rueda de prensa: “Vamos a traer refuerzos que estén en actividad, no agentes libres como antes”.
Todos terminaron desgastados. Dayro en sequía goleadora, Malagón, Cardona, Patiño, Mateo García y Palacios, ausentes por lesión en jornadas clave, el creativo fijo no apareció, tampoco el extremo por derecha donde Barrios con perfil cambiado fue quien mejor rindió, y los pelaos Zuleta y Castaño alternaron ratos buenos con momentos perversos.
Desde el banco se agotaron las ideas, la materia prima no dio y las emociones fueron parciales. La Copa Suramericana ilusionó tanto como la Liga aunque, sin llamarnos a engaños, superó rivales muy flojos. El poderoso era Fluminense y no le quitó ni un punto, con la gravedad de que tampoco a nivel local pudo con los denominados fuertes.
Se creyó que se podía repetir lo del campeonato pasado que fue excepcional tras la fulgurante aparición de James Aguirre, Mateo García y el hechizo anotador de Dayro Moreno. Pero no, se le apostó al factor suerte, no a la planificación y cuando se tiende a repetir los sucesos, los resultados suelen ser los mismo, que fue la constante en las temporadas recientes.
Un equipo corto que hizo lo que podía, vieja frase por revaluar. En la semifinal sacó valientes empates a domicilio contra Nacional y Millonarios, clubes que ni siquiera correspondieron a los pronósticos porque el primero fue Santa Fe, supuestamente el comodín. No pudo Once Caldas porque siendo un deporte de conjunto, desequilibra el peso de las individualidades.
El propio Hernán Darío Herrera sufre los rigores de los guarismos. Su trabajo bueno ya generó alguna controversia y hasta voces se han escuchado pidiendo relevo, más por su conformismo en el armado de la nómina que por su labor. Lo entendió, por fin, y ya hizo énfasis en la urgencia de acertar en nombres con presente que lleguen a sumar.
Su méritos como técnico garantizan permanencia y debe ser el principio en el montaje del nuevo Once Caldas con certezas para la segunda parte de la temporada, en la que habrá triple acción: Copa Betplay, repechaje por Suramericana y Liga. El universo es amplio, del saber escoger y su acierto dependerán las mejoras, el trabajo de base existe.
Con la renuncia de Hugo Dorrego y Gilbert Alvarez el capítulo de los extranjeros debe cerrarse. Demasiados fracasos que invitan, cuando se trate de traer futbolistas de afuera a fijarse solo en aquellos que conozcan el medio, tengan nivel y quieran regresar. De resto, no tiene sentido. En cuanto a los nacionales, por lo menos siete de calidad.
Se fueron, también y no se les extrañará, Joel Contreras, Manuel Arteaga, Mateo Rodas y Daniel Quiñones. Es hora de atender soluciones reales, plantear un proyecto cuyas aspiraciones pasen de meterse a los ocho ensamblando un conjunto para Manizales a la altura de su gente, su afición, su plaza, su historia y su marca. ¡Todos ganaremos!
Hasta la próxima...