Esta vez no fue contra un grande, con los que no ha podido, fue ante un chico que voló alto en Palogrande. Águilas Doradas ahondó la crisis de Once Caldas y agitó el ambiente en contra del cuerpo técnico. Son ya 11 fechas sin victorias, penúltimo lugar en la tabla y una ilusión que se desvanece porque el campeonato avanza sin contemplaciones.

Era una opción óptima. Águilas venía sin ganar por Liga, en posiciones secundarias y con un plantel al que le redujeron potencia por la salida de sus pilares Jesús Rivas, Guillermo Celis y John Fredy Salazar. Había pista y el despegue se hacía inminente. Sin embargo, y como no hay enemigo pequeño, Once Caldas se “atortoló” y por poco lo devoran.

El rival fue superior en el trámite y mereció más por disposición táctica, disciplina y ambición. Sorprendió el conjunto del argentino Pablo de Muner porque propuso desde el comienzo, presionó en todo los sectores y cuando se vio en desventaja se fue encima hasta conseguir la paridad antes de concluir la primera etapa.

A Once Caldas lo están perjudicando los cambios. Contra Pereira arrancaron los titulares y cuando fueron remplazados, bajó el ritmo. En esta ocasión abrieron los emergentes y sucedió lo mismo al momento de llegar los principales. Algo está pasando porque se supone que la estructura de equipo debe prevalecer con los jugadores de buen pie que posee.

También inciertas las decisiones del Arriero. La nómina inicialista dio a entender que sigue priorizando la suramericana, que es entendible, no compatible en una instancia en la que el torneo precisa atención preferencial por la esperanza de poderlo pelear con lo que se tiene y como el camino que conduce a esos eventos internacionales.

De entrada, hacer ensayos con la pareja de centrales, Kevin Cuesta-Jerson Malagón, o tocar los extremos de mayor nivel, Michael Barrios-Mateo Zuleta, envía señales confusas. Estos son partidos para poner los que son, siempre habrá un once ideal por continuidad y rendimiento, que no significa descalificación de los demás.

A Herrera lo mata su exagerada prevención por la competencia continua. Le aterran los partidos seguidos, lo acosa el fantasma del cansancio y transmite ese mensaje a sus dirigidos en quienes, indirectamente, genera un clima de comodidad que hace daño. Falta un discurso más proactivo, de convencimiento, que motive el vestuario.

Los resultados mandan, son la dictadura de los entrenadores. Es traumático un relevo por miles de razones, una de ellas la libertad para eludir obligaciones de quien llegue bajo el argumento de que no es su proyecto. Tampoco tengo claro que el dueño de Once Caldas lo haga frente a las tres clasificaciones consecutivas y las utilidades económicas y deportivas que derivan de la suramericana.

Hasta de plazos se escucha, que no es el proceder de Jaime Pineda. En los últimos años nadie se fue a mitad de campaña y ninguno tenía los antecedentes en cifras del Arriero. Una pésima racha en Liga que, sin duda y en manos de otra dirigencia, no tendría mañana. Aquí es distinto pero que no se relajen porque camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Disimuladamente se aplazaron las tareas ¡error! y con los dos puntos de 15 logrados, con 45 por disputar, Once Caldas quedó obligado a producir por encima del 60% para alcanzar las 30 unidades que permitan soñar con los cuadrangulares. Nada fácil, por no decir imposible, aunque es dable entendiendo la calidad de la nómina.

Hasta la próxima...

 

Mario César Otálvaro