El reconocimiento a Diego Angellilis Quiceno como Caldense del Año 2024 no es un gesto simbólico ni un homenaje protocolario: es el justo reconocimiento a una gestión que ha transformado una empresa pública tradicional en un referente nacional de sostenibilidad, innovación y proyección internacional. Su liderazgo al frente de la Industria Licorera de Caldas (ILC) muestra que es posible conjugar eficiencia técnica, compromiso ambiental y visión estratégica desde lo público.
Uno de los pilares más destacados ha sido el compromiso ambiental. Bajo su dirección, la Licorera ha profundizado en prácticas de producción responsables, implementando tecnologías de tratamiento de aguas residuales, reducción de emisiones y eficiencia energética. En una región biodiversa como Caldas, estas acciones son cruciales. Hoy no hay en Colombia otra licorera con los estándares ambientales que ha alcanzado la ILC. Ser gerente de una empresa pública y, al mismo tiempo, guardián de su sostenibilidad ambiental, es una tarea compleja que Angellilis ha asumido con rigor. Más aún, lo ha hecho demostrando que la excelencia no está reñida con la administración pública.
En el plano jurídico, su gestión también marca un hito. Durante décadas, Colombia mantuvo un sistema de fronteras cerradas entre departamentos para la comercialización de aguardientes. Mientras los licores importados circulaban libremente, los productos nacionales sufrían bloqueos absurdos dentro del propio país. La Licorera de Caldas, con el liderazgo de Angellilis y su equipo, impulsó una demanda ante la Corte Constitucional que cambió ese paradigma. Gracias a una argumentación jurídica sólida y oportuna, ese anacronismo fue desmontado. Con ello, se abrió un mercado nacional más equitativo, que permitirá a la ILC competir con mejores condiciones y transferir mayores utilidades al departamento para inversión social.
El tercer frente de su liderazgo es la internacionalización de la empresa. La entrada de productos caldenses en mercados de Estados Unidos, Europa y Asia -ajustados a normas sanitarias, etiquetado y preferencias de consumo- demuestra que la tradición no está reñida con la globalización. Esta estrategia no solo genera divisas, sino que proyecta a Caldas como una región capaz de competir con calidad, identidad y sostenibilidad. La marca Caldas gana, y con ella ganan los ciudadanos.
Premios como el Caldense del Año cumplen una función esencial en la vida colectiva: visibilizan liderazgos que transforman el territorio desde distintos frentes -la empresa, la educación, la cultura, el emprendimiento, lo social- y los ponen en el centro de la conversación pública. En medio de un entorno en el que suelen destacarse los escándalos o las crisis, este reconocimiento permite celebrar lo que funciona, lo que inspira, lo que construye. Es una invitación a fijar la mirada en quienes, con compromiso y resultados, trabajan día a día por un mejor departamento de Caldas. Reconocerlos no solo honra su trayectoria, sino que envía un mensaje claro a la sociedad: vale la pena liderar con ética, visión y servicio.
Tuve la experiencia de participar en el jurado del premio. Esta experiencia fue muy interesante, pues permite conocer muchas hojas de vida maravillosas, y compartir con otros jurados, en su ponderación de estas historias de servicio al departamento desde distintos frentes.