El cardenal Luis José Rueda con tacto y el apoyo de la Conferencia Episcopal logró reunir a las altas autoridades del Estado para comprometerlas a bajar el tono en medio de tantas tensiones políticas y sociales que vive el país.
Buen comienzo, como dice el mismo breve documento es una invitación a todo el país y expresión de compromiso personal de sus firmantes, que esperamos cumplan: “En un contexto mundial, nacional y local, de profundas tensiones, contradicciones y transformaciones, como ciudadanos, servidores y representantes de las Instituciones del Estado Colombiano, nos comprometemos juntos e invitamos a todo el país a escucharnos, valorarnos y respetarnos en hermandad; a desarmar y armonizar la palabra; y a rechazar todo tipo de violencia, como forma de resolver los conflictos políticos y sociales.”
Son interesantes los verbos que utilizan: escuchar, valorar, respetar, desarmar, armonizar, que exigen una disposición de aceptar la diferencia de los otros, un reconocimiento en los otros también valores e ideas valiosas. Invitación a ser hermanos. Esto lo firman el presidente de la República, los presidentes del Congreso, las Altas Cortes y las cabezas de los órganos de control, acompañados por el cardenal y las cabezas de la Conferencia Episcopal y de religiosos.
Hacen referencia al contexto que ha motivado toda esta reflexión, que es el sufrimiento de muchas personas, que en cierta forma se encarnaron en especial en el senador Miguel Uribe Turbay, que sufrió un atentado criminal. Lo interesante del punto es la honestidad de aceptar que este sufrimiento está en muchos “rincones de nuestros territorios”. Así dice el comunicado firmado por todos ellos en la Curia Arzobispal de Bogotá: “Elevamos una oración por la vida de Miguel Uribe Turbay, y por quienes en todos los rincones de nuestros territorios sufren hoy a causa de la violencia. Acompañamos a sus familias en este momento de dolor”. El cardenal los puso a rezar. Qué bueno que lo sigan haciendo y en común, para que logren generar espacios de construcción de consensos para el país. Esto es lo que nos hace falta a todos en el país. Dejarnos tocar más por Dios, y dejar de lado nuestros egos y pequeñeces.
Y, como es constante en las exhortaciones de la Iglesia, llaman a mantener viva la esperanza. Así termina el texto: “Llamamos a mantener viva la esperanza en nuestro país e invitamos a que este tipo de encuentros se repliquen en los espacios donde sea necesario”. Es un punto de proyección que debe motivarnos a trabajar en conjunto.
Hay que felicitar a la Iglesia Católica por este esfuerzo por apaciguar las aguas de la política. Esperar que un post en X de media noche, o unas declaraciones ante los micrófonos de los periodistas, o un calentamiento de la lengua en una plaza pública, no echen al suelo todo este esfuerzo.
El desarme debe ser no sólo verbal, de las palabras, sino del corazón.