Recientemente se suscribió entre los gobiernos de Colombia y Venezuela el famoso “Memorando de Entendimiento” para la creación de una Zona Económica Binacional que propicie, según los firmantes, la integración económica de los departamentos de Norte de Santander, Cesar y la Guajira en Colombia, con los estados de Táchira y Zulia en Venezuela. Por supuesto que a todo ello le falta aún la firma de un Tratado Internacional entre ambos países (apenas manifestaron su intención de hacerlo) y posteriormente el aval del Congreso de la República. Es decir, ‘falta mucha tela por cortar’.

Técnicamente hablando, una Zona Económica Binacional (ZEB) es un área delimitada y compartida por dos países, con el objetivo de integrarse económica y logísticamente para facilitar el comercio, atraer la inversión conjunta, complementarse en la producción de bienes y servicios y compartir la infraestructura (puertos, carreteras, aduanas, energía, etc.).

¿Y le conviene a Colombia una alianza de este tipo? Indudablemente, a cualquier país del mundo le viene muy bien una ZEB. Y la que planean Colombia y Venezuela, al margen de su orientación política, resulta plausible ya que, en teoría, Colombia le apunta a recuperar la cifra récord de exportaciones que brilló en el año 2008, cercana a los 7.000 millones de dólares, con la gran posibilidad de atraer nuevas inversiones, propiciar el desarrollo logístico, incentivar la creación de empresas manufactureras y agroindustriales, generar empleo productivo y mejorar la infraestructura de carreteras, puentes, entre otros.

Repito, en teoría todo pinta bien, además de estar la ZEB en una ubicación estratégica inmejorable, por su conexión al Caribe, a los Andes y a las rutas hacia Brasil y al resto de Suramérica, lo que permitiría la complementariedad productiva con Venezuela, sumando recursos energéticos venezolanos con la capacidad logística y agroindustrial de Colombia.

Pero… la otra cara de la moneda es la que preocupa. Para nadie es un secreto la inmensa inestabilidad política, jurídica y económica de Venezuela, así como la gran cantidad de grupos armados narcotraficantes, contrabandistas y de economías ilegales que hoy dominan la región en ambos lados de la frontera.

De manera pues que así tengamos claras las inmensas bondades que traería la conformación de una ZEB con Venezuela lo cierto es que el proyecto resulta inoportuno y tal como se ha divulgado a la opinión pública y a los mismos gobernantes locales, carece de método, rigor y atención al detalle, fundamentales para sacar adelante tamañas ambiciones.

De ponerse hoy en marcha, en una región sitiada por el narcoterrorismo, el contrabando y las economías ilegales, quedaría en riesgo la administración binacional, pues se convertiría en un espacio de clientela política al servicio de los ilegales.

La conformación de una ZEB por supuesto que es deseable y posible. Pero es también inoportuna, pues no están dadas las condiciones de seguridad y de estabilidad política para ello. Y… ¿será que Estados Unidos se aguanta la conformación de una ZEB con Venezuela en estos momentos? ¡Lo dudo!