Hace un par de semanas escuché la “idea” del primer mandatario colombiano, de prohibir, y consigo repatriar, todas las inversiones que los Fondos Privados de Pensiones tienen en el extranjero. Y digo “idea” porque, de buena fe, entiendo que cualquier funcionario público, antes de poner en práctica una “idea”, lo primero que debe hacer es un análisis ponderado, responsable y juicioso de los pros y los contras de la medida, y con ello llenarse de argumentos para tomar su decisión final. ¡En teoría!

Pues bien. Para aportar al ejercicio de análisis, acá van algunas consideraciones que pueden resultar útiles. Y para ello, lo primero es saber de cuánto dinero estamos hablando. Según la Superintendencia Financiera, el ahorro pensional en Colombia que, entre otras, es de propiedad exclusiva de los trabajadores, alcanzó $483 billones en mayo. Y de esta cifra, $242 billones se encuentran invertidos en el extranjero, lo que equivale, palabras más, palabras menos, a la “media bobadita” de casi 60.000 millones de dólares.

¿Y qué pasaría si se ordenara el ingreso de 60.000 millones dólares a Colombia, de un día para otro? Primeramente, sería necesario convertirlos a pesos, lo que abriría la posibilidad de una drástica reducción (otra más) del precio del dólar. ¿De cuánto? Nadie lo sabe, pero drástica sí sería. Lo cierto es que una reducción tan abrupta en el tipo de cambio sería gravísima para el aparato productivo, especialmente para el sector exportador. Y en economía, como regla general, las grandes fluctuaciones son indeseables, pues distorsionan la toma de decisiones eficientes.

La segunda consecuencia de “repatriar” 60.000 millones de dólares, se reflejaría en la rentabilidad de las cuentas de ahorro pensional de más de 20 millones de colombianos. Muy sencillo: esos nuevos recursos deberán ser colocados para que renten, lo que incrementaría la oferta de lo que en economía se conoce como ‘fondos prestables’. Y, por supuesto, a mayor cantidad de dinero disponible para prestar, menor será la tasa de interés ofrecida y por consiguiente menor la rentabilidad para los ahorradores.

Y es aquí donde surge la tercera consecuencia. A la luz del nuevo sistema pensional, quienes coticen por encima de 2,3 salarios mínimos dependerán, en gran medida, de la capacidad de los fondos privados para rentabilizar sus ahorros (cotizaciones) y, consigo, asegurar el suficiente stock para generar una buena pensión. Pero con horizontes de inversión tan extensos y con las previsibles disminuciones en la rentabilidad de sus ahorros, los resultados los verán los colombianos a la hora de jubilarse, con menores mesadas.

¿Vale la pena entonces repatriar los dólares de los ahorros pensionales y dejar todos los huevos en la misma canasta? Esa es la pregunta “del millón”. Pero seguramente que si al Presidente se le ilustra con transparencia y objetividad y se le muestran las consecuencias financieras y económicas que la medida representaría, como el impacto en el dólar, la menor rentabilidad del dinero y la disminución del valor de la mesada pensional, seguramente, al final del camino, desecharía su “idea” y buscaría mejores alternativas. ¡En teoría!