Uno de los temas más relevantes de las últimas semanas en materia económica, ha sido la reducción del precio del dólar. Y no es para menos. Su comportamiento ha motivado la celebración de muchos, pero también ha sembrado desconfianza, desconsuelo y tristeza en otros tantos países. Por ello, a la hora de darle una mirada a la economía, el tema de conversación debería pasar también por el dólar, el mismo que en noviembre del 2022 registró el precio más alto de la historia colombiana ($5.061), que en diciembre pasado terminó a $4.409 y que ayer cerró en $3.960.
Y, ante esta situación, todos hacemos la misma pregunta: ¿Cuál es la razón? Resulta paradójico que el dólar esté cayendo en Colombia, a pesar de los incontables y preocupantes sucesos económicos como la difícil situación fiscal del país, la desfinanciación del presupuesto del próximo año, el proyecto de reforma tributaria, el rompimiento de la regla fiscal, la rebaja de calificación por parte de dos agencias internacionales, las tormentosas relaciones políticas nacionales, hechos que, por el contrario, deberían estar presionando el dólar al alza. Pero no, hoy tenemos un dólar que se ubica por debajo de los $4.000.
¿Qué está pasando entonces? Para empezar, hay que tener presente que, por razones inherentes a la política económica estadounidense, el dólar se ha debilitado no solamente en Colombia, sino también en el resto del mundo. Es decir que la depreciación del dólar es un fenómeno global, del que nadie puede ‘sacar pecho’, ni pescar en río revuelto para afirmar que se debe al ‘buen manejo’ de la economía colombiana.
Si le damos una mirada al dólar frente a las principales monedas del mundo encontramos que, globalmente, este año ha disminuido su precio en cerca del 10%. Y si vamos al detalle, en lo corrido del año el dólar ha caído frente al euro (12,6%), frente al yen japonés (6,6%) y frente a la libra esterlina (11,9%). En Colombia, este año, la caída ronda el 9%. Y traigo a colación estas cifras para ratificar que se trata de un fenómeno global de depreciación del dólar, que afecta no solo a Colombia sino al resto del mundo.
Ahora bien, para el caso colombiano, tampoco hay que perder de vista dos hechos que han ganado relevancia en los años recientes y que de alguna manera han aportado, aunque sea marginalmente, a la depreciación del dólar en nuestro país. Son ellos, de un lado, el exorbitante y bienvenido flujo de remesas que este año superaría los 13.000 millones de dólares; y del otro lado la avalancha de dólares producto del narcotráfico y del gran número de hectáreas sembradas de coca. Imposible perderlos de vista.
No obstante, repito, estamos frente a un ciclo global que, entre otras cosas, puede revertirse en cualquier momento. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. Eso sí, los empresarios exportadores que aprovechen esta coyuntura para fortalecer su gestión financiera, abaratar costos, blindar su flujo de caja y expandir su mercado, estarán en mejores condiciones cuando el precio del dólar rebote.