Julián Escobar Rincón* - www.drjulianescobar.com
La sarcopenia es una condición silenciosa y común que afecta a millones de personas en el mundo, especialmente, a partir de los 50 años. Se trata de la pérdida progresiva de masa, fuerza y función muscular.
Aunque muchas veces se confunde como parte normal del envejecimiento, en realidad es una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y puede prevenirse o tratarse con hábitos adecuados.
¿Qué es y por qué ocurre?
El término proviene del griego sarx (carne) y penia (pobreza). Es decir, pobreza de músculo. A
partir de los 40 años, el cuerpo comienza a perder entre un 3 y 8% de masa muscular cada década.
Esta reducción se acelera después de los 60 años, debido a factores como:
- Disminución de hormonas que favorecen el crecimiento y mantenimiento muscular.
- Estilo de vida sedentario.
- Deficiencias nutricionales, como proteínas y vitamina D.
- Enfermedades crónicas (diabetes, insuficiencia cardíaca, entre otras).
- Procesos inflamatorios y oxidativos propios de la edad.
La consecuencia principal es que los músculos pierden fuerza, lo que limita la movilidad y lleva a la dependencia funcional.
¿Cómo reconocerla?
La sarcopenia no aparece de un día para otro. Sus primeros signos suelen pasar desapercibidos: dificultad para levantarse de una silla sin apoyo, caminar más lento, cansancio al subir escaleras o pérdida visible de masa muscular en brazos y piernas.
Del impacto en la salud
Más allá de la debilidad, la sarcopenia está relacionada con:
- Mayor riesgo de caídas y fracturas.
- Pérdida de autonomía en actividades básicas (bañarse, vestirse, cocinar).
- Complicaciones en enfermedades crónicas.
- Mayor mortalidad en personas adultas mayores.
En otras palabras, no solo reduce la calidad de vida, sino que también acorta la expectativa de la misma, si no se controla.
Prevención y tratamiento
La buena noticia es que es evitable. La clave está en la prevención y en la adopción de hábitos saludables:
1. Hacer ejercicio: el entrenamiento de fuerza es la intervención más efectiva. No es necesario levantar peso, ejercicios con bandas elásticas, mancuernas livianas o incluso la propia carga corporal (en sentadillas, en flexiones y al subir escaleras) resultan altamente beneficiosas. Se recomienda complementar con caminatas o deportes para mantener la resistencia.
2. Correcta alimentación: consumir suficiente proteína (carne, pollo, pescado, huevos, lácteos y legumbres) es esencial para regenerar el músculo. La vitamina D y el calcio ayudan a la salud ósea y muscular.
3. Control médico: los adultos mayores y quienes tienen enfermedades crónicas, deben someterse a revisiones periódicas para detectar tempranamente signos de pérdida muscular.
4. Hábitos de vida: dormir bien, no fumar y moderar el consumo de alcohol, también ayudan a preservar la masa muscular.
La sarcopenia no debe verse como un destino inevitable de la vejez. Se trata de un problema prevenible y tratable, que exige atención temprana. Incorporar ejercicio de fuerza, una dieta equilibrada y controles médicos periódicos puede marcar la diferencia entre envejecer con independencia o con limitaciones. En resumen, mantener los músculos fuertes es mantener calidad de vida.
* Cirujano de mano y miembro superior, ortopedista y traumatólogo.
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