Parece absurdo, ¿verdad? Un candidato más en ese abanico interminable de aspirantes que Colombia ha visto desfilar.
Pero en el escenario donde compito, en el Partido Conservador, solo hay dos precandidatos. Yo, Juana Carolina Londoño Jaramillo, madre, mujer de Caldas, líder de mi región, busco ser la candidata de un partido con 176 años de historia, un partido que hoy, más que nunca, encarna valores vigentes: la familia, la fe, la dignidad humana, la propiedad privada, la economía de mercado y la productividad.
Estos no son solo principios; son el antídoto contra una ideología que, desde el poder, nos arrastra a la dependencia, al control y a la justificación de lo injustificable.
Este gobierno, con su visión antagónica al conservadurismo, me ha mostrado algo claro: hay banderas que no toleramos cuando nos tocan individualmente, pero que, colectivamente, se nos han impuesto con disimulo.
Como mujer, sé lo que es luchar contra la violencia. Individualmente, jamás aceptaríamos que se justifique la violencia contra nosotras con excusas como “tú lo provocaste” o “tu comportamiento lo causó”. Es intolerable. Pero, ¿qué hemos hecho estos tres años? Justificar la violencia colectiva, culpar a la sociedad, a la organización política, a todo menos a los responsables. ¿Cuál es la diferencia? La hipocresía de aceptarlo en masa mientras lo condenamos en lo personal.
Igual pasa con la dependencia económica. Como mujeres, hemos peleado incansablemente para romper las cadenas de la sumisión financiera, para ser libres, para trabajar y empoderarnos. Pero, colectivamente, este gobierno teje un relato que normaliza la dependencia de sectores enteros, que aplaude la pasividad mientras reparte subsidios como si fueran grilletes. No podemos clamar por la libertad individual de una mujer y, al mismo tiempo, aceptar que la sociedad sea encadenada a la asistencia estatal.
Y qué decir del control. Individualmente, las mujeres hemos luchado para que nadie decida por nosotras: qué hacer, cómo vivir, a qué dedicarnos. Hemos vencido, paso a paso, esas imposiciones. Pero colectivamente, enfrentamos un gobierno que pretende decirnos qué sembrar, qué producir, qué empresas quiebran, cuáles sobreviven. Es el mismo control, pero disfrazado de política pública.
Como mujer, como madre, como líder, sé cómo desarmar esas cadenas. Conozco los mecanismos de la izquierda que oprimen porque los he enfrentado en mi propia vida.
Mi candidatura no es solo política; es personal. Es la voz de Caldas, de las mujeres, de los jóvenes, de los trabajadores, de los adultos mayores. Es la lucha por devolverle a Colombia su libertad, su independencia económica, su derecho a elegir, la dignidad de las víctimas y el rechazo absoluto a justificar la violencia.
Llevaré estas banderas con orgullo, con la fuerza de una mujer que no se rinde. Juntos, desactivaremos esa mentalidad que nos somete y le devolveremos al país la grandeza que merece. Porque los caldenses, y todos los colombianos, merecemos un futuro libre y digno.