La situación: política, social y económica del mundo y la recurrente paz para los discursos demagógicos, lejos de ofrecer panoramas plácidos y promisorios, acumula preocupaciones y experiencias trágicas, que lo razonable es superar, como conflictos armados, hambrunas y un creciente deterioro del liderazgo, que hace tambalear la democracia, el mejor sistema de gobierno, pese a sus debilidades.
Paralelos a estas caóticas realidades, otros factores alimentan la esperanza, aunque persista el escepticismo, ante la contundencia de los hechos. Ejemplos de alentadores sucesos son el desarrollo tecnológico y científico, de sorprendentes avances en beneficio de la humanidad y el desarrollo del arte y el deporte, impulsores del bienestar físico e intelectual de la juventud, entre otros.
El espacio geográfico que corresponde a América y a la Europa cercana presenta un panorama preocupante de liderazgo, por las calidades personales de ejecutivos, legisladores y jueces, y la carencia de valores éticos de gobernantes con delirios imperiales que conducen a los países y administran los bienes que son patrimonio de los pueblos. 
La precaria calidad humana y la escasez de valores éticos, agregados a la soberbia, vanidad, ignorancia y deshonestidad de gobernantes y dirigentes, que “no quieren ser útiles sino importantes”, es ahora una constante, que envalentona a los protagonistas y adormece a quienes los eligen. 
No es del caso citar ejemplos con nombres propios (por sabido se calla) y hacer comparaciones, que no es más que llorar sobre leche derramada, sino de poner los ojos en el futuro y, acogidos los pueblos al recurso democrático, aún vigente aunque imperfecto, y sin dejarse seducir por halagos inmediatistas y dádivas soporíficas, haciendo uso de la información abundante y minuciosa que ofrecen las redes, ponga oídos sordos a cantos de sirena y escoja gobernantes idóneos, competentes y honestos, pensando en un futuro plácido y feliz, para sí y para su descendencia, para lo cual es útil, frente a la demagogia de candidatos culebreros actuar con cautela, porque “de eso tan bueno no dan tanto”, como decía el bobo.
La historia de Colombia, talvez por las particularidades de sus regiones, de entornos e idiosincrasias diversos, muestra en su discurrir personajes siniestros, que alternan con destacados valores culturales, deportivos y artísticos; eficientes gestores empresariales en variados escenarios productivos y brillantes gestores intelectuales. Así mismo, el país ha sufrido absurdos hechos políticos signados por la violencia, ha tenido criminales de relevancia universal, persisten en su cotidianidad organizaciones delictivas fortalecidas económicamente por actividades ilegales y un largo etcétera.
Cuando se ha llegado a un punto cenital de evolución política, pese a dolorosas experiencias, las elecciones del 2026 exigen elegir un gobernante que respete el equilibrio democrático, imponga la seguridad con contundencia, sin dádivas a los delincuentes; apoye el desarrollo de las regiones sin exclusiones politiqueras, preserve la buena imagen internacional del país y recupere el decoro de la figura presidencial, incluida la familia del jefe de Estado. Decidir bien es crucial.