El dos veces presidente de Colombia Alberto Lleras Camargo (1906-1990), encargado 1945-1946 y electo 1958-1962, fue un estadista formado en las canteras del periodismo, autodidacta, sin títulos universitarios, salvo doctorados honoris causa de universidades nacionales y extranjeras; políglota, hablaba y escribía en inglés con la misma fluidez y corrección gramatical con que manejaba el español, del que era ejemplo de corrección, elegancia y donosura. Persona de sólidos principios morales, además de demócrata convencido, jamás declinó sus convicciones seducido por el poder o la riqueza. Cuando fue director de la revista Visión, de gran influencia ideológica en América del sur, cargo al que renunció cuando supo que uno de los principales accionistas del medio era el dictador Somoza, de Nicaragua, alguna vez escribió un editorial que tituló “El derecho a la cortesía”, en el que destacaba la importancia del respeto y las buenas maneras en el trato interpersonal.
Lleras fue una de las “audacias menores de 40 años” que llevó a conformar su equipo de gobierno el presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945), para inyectarle sangre nueva al Estado, cuando proclamó la “revolución en marcha”, que despertó a Colombia de la somnolencia que le habían provocado 45 años de hegemonía conservadora. Desde entonces hizo Lleras su carrera por la administración pública, la diplomacia y el Congreso Nacional, en cuyo recorrido jamás hubo el mínimo asomo de duda sobre su buen comportamiento, modelo de decoro y pulcritud. Una destacada personalidad internacional, de largo desempeño y figuración en el mundo, destacó al doctor Lleras como el estadista más completo que había conocido. Alguien fue más allá cuando declaró que Lleras podía ser presidente de cualquier país, por su visión de gobernante.
En su retiro, se refugió en una pequeña finca que tenía en el municipio de Chía, Cundinamarca, donde salía todos los días a montar en bicicleta y fue concejal de ese municipio.
Esta evocación histórica de uno de los colombianos más relevantes sirve para valorar la idea de los directivos de la Academia Caldense de Historia de integrar a su organización a un grupo de jóvenes interesados en el tema de la historia, para inyectarle sangre nueva a la ACH e inculcarles a los muchachos el interés por conocer lo que ha sucedido en épocas anteriores, que sirve para corregir desaciertos y trazar rumbos hacía un futuro. Destacados académicos caldenses, maestros de la historiografía y generosos comunicadores, están dispuestos a orientar a los noveles colegas, para introducirlos en el conocimiento de los sucesos que les han precedido, de variados matices, como hechos heroicos, tragedias, descubrimientos científicos, producción artística que ha trascendido los siglos; tiranos que superaron los límites racionales, ideólogos que han formado el pensamiento político y filosófico de grandes conglomerados humanos, estadistas que marcaron su impronta en la memoria del tiempo y pensadores cuyas definiciones y sentencias han inspirado a generaciones sucesivas. Loable iniciativa la de la ACH que, sin duda. fructificará.