En Gordias, antigua Grecia, surgió la leyenda del “nudo gordiano”, un complicado adminículo que desatarlo era un reto que se premiaba con la posesión de Asia, tarea que habían intentado muchos, sin éxito. Hasta que llegó Alejandro Magno y resolvió el asunto con un golpe de su espada, sin necesidad de echarle uña a la complicada urdimbre.
Y conquistó Asia derrotando al poderoso Ciro, rey de Persia, y siguió ocupando territorios hasta India, de donde regresó con los ojos puestos en Egipto, que ocupó, para dejar en la tierra de los faraones la impronta de la genialidad con la fundación de la ciudad de Alejandría, un referente histórico-cultural que ha trascendido los siglos.
La hazaña de deshacer el nudo gordiano con un golpe de espada se convirtió con el tiempo en un ejemplo de cómo resolver situaciones complicadas con audacia y contundencia, obviando trabas y leguleyadas, que dilatan, o impiden, soluciones expeditas.
Trasladada la idea a la política, la democracia se ha pervertido al punto de ser considerada la “dictadura de las mayorías”, por la manipulación de los electores, especialmente los social y económicamente más vulnerables, que son utilizados por la politiquería, los “empresarios” de negocios ilegales, como narcotráfico, contrabando y extorsión; los grupos armados irregulares, aliados forzosos de comunidades indefensas; y la corrupción infiltrada en el poder, con el beneplácito de altos funcionarios, elegidos “democráticamente” o nombrados por autoridades que los utilizan como mamparas para eludir responsabilidades.
El escenario de las elecciones presidenciales que se avecinan en Colombia presagia, según analistas versados en historia y politología, una continuidad en el poder de la izquierda populista, detrás de la cual está el actual mandatario, gracias a la atomización de las aspiraciones, en las que hay de todo como en una feria de pueblo.
Varias decenas de candidatos adelantan campañas, unos pocos (dos, para ser exactos), idóneos y meritorios, y los demás insuflados por la vanidad o decididamente despistados. Éstos, en el conteo electoral, ayudarán a mejorar el porcentaje del señalado por el mandatario actual, para que el desastroso proceso del país continúe. Que “todo cambie para que nada cambie”, como señala la paradoja rocambolesca.
El desprestigiado sistema democrático, de dudosa eficiencia, permitirá que los votos dispersos en candidatos ilusos faciliten que el señalado por el poder de la burocracia, la contratación y la chequera oficial, gane. Estas consideraciones no son nada distinto de analizar las cosas con racionalidad, pensando en los supremos intereses de los colombianos; y un llamado de atención a los candidatos para que acuerden apoyar el nombre de un estadista idóneo, competente y de altas calificaciones éticas, para oponerlo al señalado candidato oficial continuista, evitando una debacle inspirada en ideologías desgastadas.
Otra cosa es soñar con que aparezca un Alejandro providencial que desate de un machetazo el nudo gordiano de la política colombiana.