Mientras el poderoso acorazado Wisconsin, de la armada de los Estados Unidos, estaba “parqueado” en el mar Caribe, frente a Panamá, respaldando la separación de ese estado colombiano, que a poyaba Theodore Roosevelt (1858-1919), presidente del país norteamericano (1901-1908), quien acuñó la frase “I took Panamá”, el buque Almirante Padilla, de la armada colombiana, “tosía” tratando de llegar, desde la Guajira, a defender la soberanía nacional.
“Pelea de toche con guayaba madura”, como dice el refranero popular. El raponazo se dio y el hecho fue la oportunidad para que se diera fin a la guerra de los mil días, entre el gobierno conservador de Colombia y los rebeldes liberales que comandaban los generales Rafael Uribe (1859-1914) y Benjamín Herrera (1850-1924). Entonces se firmó en el acorazado gringo el tratado de Wisconsin, que rubricó el fin del conflicto.
La tendencia latina a poetizar o novelar las noticias y los hechos históricos no faltó en el fin de la desastrosa guerra de tres años cuando, según relataron los testigos, el general Herrera arrojó al suelo la espada y sentenció: “La patria por encima de los partidos”. Años después, en 1913, los generales Uribe y Herrera fundaron la Universidad Libre, laica y librepensadora, paralela a las comprometidas con el dogma católico de jesuitas, hermanos cristianos, salesianos y otros, rectores de prestigiosos centros universitarios.
La Universidad Nacional, en ese momento, tenía fuerte influencia conservadora, por su dependencia de la hegemonía que inspiraban la dupla Caro-Herrera, integrada por la conciencia política del régimen, don Miguel Antonio Caro, y el ideólogo espiritual, arzobispo primado, monseñor Bernardo Herrera, cuya influencia se mantuvo por el espacio de varios períodos presidenciales, entre 1885 y 1930, cuyos mandatarios tenían que pasar las decisiones que iban a tomar por el filtro de nos Bernardo.
Vistas las cosas desde la perspectiva del tiempo, y despojados de prejuicios los conocimientos históricos, quedan serias dudas acerca del patriotismo de muchos próceres de la independencia americana que buscaban, más que conquistar la autodeterminación política y económica de los pueblos colonizados por la monarquía española, quedarse con los bienes de los chapetones y asumir el control de los nuevos Estados, con todos los privilegios de la administración pública.
Los militares, románticos, heroicos y soñadores, incluidos comandantes y soldados rasos, ponían la cuota de sacrificio, mientras los “nobles” herederos de España acariciaban futuros promisorios. Mientras tanto, al “pueblo intonso, pueblo asnal”, como lo califica el cinismo de los dirigentes, sólo lo usan para poner el cuero en las batallas y los votos en las urnas democráticas. Desde entonces y hasta ahora, el ciudadano de a pie mira el desarrollo de los hechos sin entender nada, o engañado.
Hechos recientes, en Colombia y en muchas partes del mundo, que las redes informáticas difunden con celeridad, muestran que otros intereses privilegian las decisiones de gobernantes y dirigentes, en los que el patriotismo no está incluido, porque prevalecen intereses personales de poder y riqueza.