La noticia llegó por diferentes medios de comunicación. Contenía la información de la opinión de una congresista que difundía que en la Presidencia del país quien mandaba era uno de los ministros, no importa su nombre ni el ministerio. Muchos, pensaron y comentaron sobre la inquietud expuesta desde hace varios meses referente del poder de esa persona sobre el señor presidente.
Existen múltiples y reiteradas opiniones sobre los motivos que tiene el Presidente de la República para dejar actuar a su ministro por encima de cualquier consideración de carácter gubernamental.
Hay que recordar lo que comentaban de las relaciones entre Virgilio Barco y Germán Montoya.
Si lo anterior es cierto, se identifica una conocida y milenaria costumbre denominada: El poder tras el trono. Dando a entender que la persona que tiene la verdadera autoridad no es quien la ejerce oficialmente ante los demás. La conducta esbozada tiene varias facetas, entre ellas: Quien permite, quien impone, los subordinados y la transgresión de la norma.
La conducta puede ser interpretada de diferentes modos. Cada uno de ellos tiene su propio impacto sobre los destinatarios de lo mandado, impuesto o no, por intermedia y conocida o, a veces, desconocida persona. Sin embargo, la responsabilidad del titular es irrenunciable.
Son también antiquísimas las existencias de asesores y bufones en algunos casos, cuando quien ejercía o ejerce el poder necesita el apoyo de personas que tienen conocimientos y experiencias más amplias en temas generales o especiales. O, en otro aspecto, tienen mayor acercamiento a quienes son la cabeza del poder.
Tajantemente: No es pernicioso tener asesores; por el contrario, en infinidad de situaciones son necesarios e inclusive es imperioso contar con ellos para realizar una adecuada gestión.
Quien detecta el poder legalmente tiene la autoridad para mandar, a su leal saber y entender. Las normas definirán a quién va dirigido su mandato y ellos están obligados a cumplirlo, por muy difícil que sea en lo personal, familiar o social. No deben existir mandatos paralelos o sustitutos, salvo en la vacancia constitucional o legal.
Por doquier se encuentran personas con poderes tras el trono. A muchos les gusta, los buscan por muchos medios. Unos lo aceptan y a veces no les importa quién detenta esas funciones. Pero sí es necesario que se conozca quién reemplaza a la o las personas que están obligadas a cumplir con lo que se les ha encargado.
No es lo mismo el titular del cargo, que otro, sin el cumplimiento de lo ordenado legalmente.
Un asesor debe saber que su asesoría no obliga a quien es asesorado. La persona que recibe la asesoría sabe que no está obligada aceptar los conceptos y hechos de sus asesores. Ignorar estas premisas conduce a la usurpación del poder.
Hay deseados y verdaderos asesores que sólo buscan el bien del asesorado o de quienes están sometidos a las decisiones o acciones de quien tiene la autoridad.
Finalmente: ¿Quién no desea un asesor sabio? Los demás son antagonismos peligrosos y poderosos.