Toda sociedad necesita normas. Si las tiene debe cumplirlas o por lo menos analizar los motivos, temporales o definitivos, por los cuales no cumple con su compromiso colectivo. Si no las tiene, debe examinar  aquellas que se idean y proponen. Si son útiles para el desempeño de la convivencia deberá adoptarlas por los mecanismos preestablecidos. Si se instauran, es perentorio decidir a quiénes obliga o en sentido contrario quienes están exentos de su cumplimiento.
Desde el inicio de la vida hay comportamientos naturales, determinados por la especie e inherentes a su propia existencia. Ello sucede en genética y no hay que normar ninguna actividad. Las hembras pariendo hijos y generalmente siguiéndolos en sus primeros días, meses o años de vida, hasta cuando la descendencia esté lista para continuar sola el ciclo vital. Las flores dando oportunidad a que sus estructuras, previo cumplimiento de factores, cumplan con la formación de su progenie.
No existe ninguna colectividad que viva a su libre y total albedrío. Ni los anacoretas lo hacen, porque ellos se imponen y cumplen sus propias normas; no necesitan de nadie para vigilarlos en el devenir de sus vidas.
Las sociedades tienen normas universales como es el compromiso de respetar la vida de los demás, salvo algunos reductos que aún practican el canibalismo. 
La vida moderna impone cambio de normas: adoptando nuevas o cancelando las, todo ello moderado por la propia colectividad.
En casos de fuerza mayor, se elimina el cumplimiento de una norma o se impone una nueva. 
Colombia es un país proclive a normar todo, y aún así suceden hechos que se salen del discurrir ordinario, produciendo inconformidad en la mayoría de los ciudadanos.
Desde hace siglos se ha ido imponiendo el valor de lo meritorio, que poco a poco, se introdujo y extendió en el concepto y realidad de la convivencia. Para lograr lo anterior son fundamentales la experiencia, la instrucción o ambas en diferentes proporciones. A veces se olvida peligrosamente la condición humana, que es la esencia de cualquier persona.
Durante mucho tiempo se ha practicado la meritocracia, con amplia aceptación.  En algunos sitios, sin llenar los requisitos requeridos, se procede vulnerando las normas. Aún hoy se encuentran personas que obran de acuerdo a su leal entender y hacer, encontrando seres que utilizan sus servicios bajo su propia responsabilidad.
Ahora se escucha que no es necesario cumplir determinados requisitos exigidos por la sociedad para ejercer algunas funciones. Como en el caso de los títulos de educación superior para ministros y cargos subordinados inmediatos o en el ejercicio de embajador, abolir la segunda lengua. Para no mencionar, hechos   como la ilegalidad de títulos y sus usos inapropiados.
Si lo normado es un exceso o una deficiencia, ello debe ser modificado por los conductos regulares y luego proceder según lo reglado nuevamente. Lo contrario es el manejo libertario de la sociedad. Si se aplica este concepto y se amplía, nadie sabe a dónde va a parar la Nación.