Muchas instituciones y personas han adquirido la costumbre de ayudar a los demás en sus ideas, con la formulación específica y relativa de proyectos derivados, con ejecuciones de los mismos, con aplicación de sus logros y evaluación de resultados.
Dentro del sector altruista de gestores se conocen los que apoyan a quienes desean investigar, educar o laborar en bien de otros que aspiran a contar con ayudas de toda clase que, en un momento dado, pueden ser monetizadas para valorar el impacto de lo que se pretende obtener. Las actividades propuestas y a desarrollar tienen distintos frentes que les permiten actuar en varias áreas, ya sea multiplicando el accionar o fortaleciendo un campo especial.
Existen palabras para designar esos apoyos. Una de ellas: filantropía, el aporte desinteresado a quienes quieren mejorar aspectos de la vida de los humanos, mediante las exploraciones de nuevos senderos de la ciencia, la tecnología o los nuevos y versátiles campos de una educación moderna y eficaz en el tiempo, de lo cual se especula mucho, pero la realidad no avanza tanto como el querer.
Un reciente trabajo aplicable a toda la América enuncia que rapidez no es igual a calidad. Lo que es absolutamente cierto, sobre todo cuando se refiere a las actividades de las personas en busca de nuevos espacios de acción para bien de los demás.
Surgen ahora análisis de la importancia de la filantropía en universidades e institutos de investigación norteamericanos ante las restricciones financieras del Estado federal.
Sin embargo, el diseño de mecanismos rápidos para la ejecución de obras o acciones pueden llegar a ser vitales para la vida de los seres de la naturaleza, sin excluir a nadie. El ejemplo más simple y sentido se encuentra en la atención en salud, que debe ser siempre oportuna, lejos de los espectros publicitarios con fines administrativos irreales o políticos.
En Colombia, quien o quienes hacen obras filantrópicas tienen una compensación parcial a través de la exoneración de impuestos, una importante determinación, lo que indirectamente demuestra que el Estado y todos los demás colombianos aportan a una obra en particular.
Muchas veces opera la discreción del aportante, meritoria, e inclusive alcanza el silencio del receptor, lo que demuestra el desinterés por lo superfluo. Cualquier cantidad, inclusive un centavo, es bien recibida y mejor utilizada.
Aunque el concepto esencial de filantropía opera para entes privados, no es imposible pensar, creer y ejecutar que instituciones de educación y salud estatales puedan beneficiarse de esta acción que destaca el humanitarismo y el humanismo por otro lado.
La generosidad es un indicativo de la creencia en otras personas y sus obras. Es de admirar que hay seres humanos que, a pesar de tener poco y casi al límite, contribuyen con otros seres humanos.
Se insiste que los egresados universitarios estatales deben aportar a programas diseñados para extender y fortalecer servicios. No elimina la responsabilidad, ni la suplanta, del Estado frente a sus instituciones.