Todo en la evolución histórica de la tierra, desde cuando los tioéster, compuestos químicos, que fueron los precursores de las proteínas y por ende del comienzo de la vida en el planeta, está sometido a un ciclo, salvo por los cataclismos, en los que se alterna continuamente vida y muerte a través de millones de años.

Así, cuando evolucionó desde los inicios antiquísimos hasta lo que hoy se conoce como ser humano, más propiamente de Homo sapiens sapiens, solo un sapiens, en la escala binomial del médico sueco Carlos Linneo, está sometido a un proceso repetido de ascenso y caída, entendida esta como una amplia

variedad de condiciones.

Estos seres se conocen actualmente como personas, con todos los derechos, aunque estos no se reconozcan en determinados territorios y por definidos gobiernos. Con todo, ascender y caer son hechos incontrovertibles en el transcurso de la existencia.

No siempre es ascenso permanente ni descenso a ultranza. La vida enseña que todo es un ciclo al que se tiene que adaptar cada persona, utilizando todos los recursos, partiendo de su propia instrucción, formación, condición física y mental. Los períodos no están predeterminados.

Ascender y caer depende de infinidad de factores: unos son únicos, pero en su inmensa mayoría constituyen una asociación de variables internas y externas, dependientes unos de la persona y otros sin control sobre ellos.

En cualquier época de la existencia de la persona, que está sometida a la rigurosidad del ascenso o declive, necesita de autorreflexión sincera y continua para determinar su estado y mantener el ascenso o impedir el descenso.

La expresión popular: Mejor y mejorando, deja una sensación de optimismo irrefutable. A ello tiene derecho cualquier persona en uso de razón. Si es cierto o no, solo le compete al dueño de la locución y a ella se deberá atener en su vida personal, laboral, familiar y social.

Ahora bien, la persona que se encuentra disfrutando de los parabienes del ascenso pretende aumentarlos o al menos conservarlos sin tiempo previsto real y sin definición de extinción. Se observa y al entorno de manera especial. Puede compartir o no, su éxito según su propia y leal consideración.

Debe estar preparada para el término o la estabilización de su estado. El final de su ascenso no siempre equivale taxativamente a fracaso. Es el ciclo normal de la vida humana. Las personas que entienden perfectamente el papel de su vida son proclives a ejercer actividades bondadosas para con los demás, bajo los múltiples aspectos que ofrece el diario devenir de cada uno.

Esta reflexión pudiera confundirse con una película o un libro histórico o de ficción, debe referirse a la vida cotidiana de las personas que hacen posible la existencia mundana de otros.

Una pregunta oportuna que merece espacio: ¿Ahora, en el país quién está en ascenso o descenso y cómo le afecta? La respuesta no es tan simple y tiene raíces que la pueden afectar. ¿Qué pensarán los precandidatos presidenciales?