Gonzalo Duque Escobar

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En seis condados de Texas, donde el río Guadalupe se desbordó tras un evento climático extraordinario que obligó evacuar varios campamentos de verano, cientos de equipos de rescate que habían rescatado más de 850 personas utilizando helicópteros, caballos, barcos y camiones, pasada la emergencia durante la pasada semana buscaban desaparecidos, sin la esperanza de hallar personas con vida.
Aunque todavía las autoridades continúan sus labores de rescate dado que hay numerosos desaparecidos, el número de muertes en Texas por inundaciones llegó a 161, siendo el condado de Kerr donde las inundaciones en la madrugada del 4 de julio golpearon con especial fuerza y como sede de varios campamentos de verano el lugar más devastado, con 84 personas fallecidas, incluidos 28 niños como los del Camp Mystic.
El Gobierno de Donald Trump ha sido blanco de los cuestionamientos por los despidos masivos en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) como ente que alberga el Servicio Meteorológico Nacional (NWS), ya que al debilitar el prestigioso ente pudo tener responsabilidad en las inundaciones de Texas al subestimarse las precipitaciones, ya que los pronósticos no se emitieron a tiempo por el NWS como encargado de dar las alertas meteorológicas e hidrológicas.
Si bien el miércoles anterior las previsiones iniciales recibidas del NWS pronosticaron precipitaciones de 3 a 6 pulgadas (entre 75 y 150 milímetros) en el valle del Concho y de 4 a 8 pulgadas (entre 100 y 200 milímetros) en la región de las colinas, estas eran claramente erróneas “porque la cantidad de lluvia duplicó lo previsto” y en algunas zonas alcanzó el nivel de una inundación con período de retorno de 100 años.
Según expertos independientes que defienden la labor del NWS, si predecir la cantidad de lluvia de una tormenta es difícil para un meteorólogo, también afirman que, aunque la agencia no podía haber previsto la extrema intensidad del fenómeno, sí había advertido correctamente de los riesgos al indicar que se trataría de un episodio de precipitaciones intensas y significativas, pese a que determinar con precisión el lugar específico de la precipitación no resulta posible.
Pese a que en la región montañosa al oriente de Texas y en la central de Hill Country, suelen darse crecidas repentinas, esta tormenta descolló por su gran magnitud, ya que el río Guadalupe subió más de seis metros en pocas horas y se desbordó en la noche cuando alcanzó su segundo registro histórico más alto, dados múltiples factores no mitigados que explican la catástrofe, entre ellos los eventos extremos por el creciente cambio climático y la desprotección forestal de la cuenca.
Finalmente, tras haberse emitido por el presidente Trump desde el domingo 6 de julio, una declaración de desastre mayor, al tiempo que parte de la región continuaba bajo alerta de inundación, la ayuda federal ingresa a la zona y las autoridades comenzaron a direccionar esfuerzos para la recuperación de la zona de desastre, pero sin mirar el estado de la cuenca como causa estructural del desastre.