Gonzalo Duque Escobar

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@godues

Manizales requiere obras de ornato y viales soportadas en diseños y acciones de regeneración, restauración o naturalización de carácter biocéntrico con buenas prácticas de paisaje urbano sostenible para dar respuesta a grandes carencias que pasan por la pérdida de paisajes verdes con la expansión de la jungla de concreto, por el déficit de un espacio público efectivo lejano a estándares internacionales, por la congestión vehicular con un parque automotor que crece 10 veces más que la población, y una red hídrica convertida en cloacas, entre otras problemáticas a resolver, si es que nos decidimos por un entorno urbano más resiliente y sustentable, y por el desarrollo integral de las áreas deprimidas.

Es bueno recordar que, surgida la aldea de bahareque en 1849, en las primeras, el poblado se desarrolló sobre una retícula ortogonal como modelo usual propio para ciudades predominantemente planas, lo que empieza a cambiar desde finales de la década de los años 30 cuando culmina la gran reconstrucción provocada por los incendios de 1925-1926, y sobre todo en el siglo XX al expandirse la ciudad con otro patrón urbano ajustado al contorno de una topografía fuerte al adoptar criterios alternativos como lo observamos por ambos costados de la Avenida Cervantes- hoy Santander- convertida en eje estructurante.

Pero los conflictos de asociados a su desarrollo, surgen entre 1960-1980, como consecuencia de los impactos de la revolución verde en esta tierra del café; cuando la población rural migra a la ciudad dándose una ocupación conflictiva de las laderas, no solo en Manizales sino y también en Salamina, Aranzazu y La Merced por mencionar las cabeceras más afectadas por procesos de erosión y desastres invernales, con lo cual Manizales debe abordar desde la diversidad los retos del trópico andino en sus vertientes, aunque sin abordar el tema de los ríos y arroyos urbanos.

Si con la llegada del automóvil el urbanismo lineal caracteriza esa expansión de la ciudad hasta los años 70 cuando aparecen La Sultana, Malabar y La Enea, a partir de los 90 con la nueva Constitución Política el tema ambiental gravita y Cramsa se transforma en Corpocaldas, para soportar una transformación del hábitat que empieza a reconocer las complejas relaciones entre el medio transformado y la estructura ecológica del territorio, aunque surgen dos nuevos problemas a resolver, como lo son la fragmentación social y espacial del territorio y el cambio climático que amenazan la estabilidad del hábitat.

Entonces, por qué no elaborar una guía no vinculante y flexible con ideas, recomendaciones y ejemplos que promuevan planeación ecológica para el diseño, recuperación y transformación del espacio público, como herramienta de ayuda para la administración pública, conteniendo las características y valores del paisaje manizalita, y además de esa herramienta generar procesos de participación ciudadana en las intervenciones del territorio buscando su adaptación al cambio climático para prevenir emergencia por la creciente amenaza, sabiendo que en esta ciudad los pasivos ambientales suman unas 4.000 viviendas en alto riesgo y las zonas de invasión presionando la estructura ecológica, avanzan.