El martes 24 de septiembre de 1985, a las 5:45 de la tarde, la Cámara de Representantes iniciaba una sesión ordinaria cuyo tema parecía rutinario: los riesgos de una eventual erupción del Nevado del Ruiz y las medidas necesarias para afrontarlos. Nadie imaginaba que aquella discusión quedaría grabada como el preludio de una de las peores tragedias de nuestra historia. Los hechos humanos y naturales exigen siempre un análisis que considere lo ocurrido antes, durante y después. Y en ese “antes” resulta revelador que, hace 40 años, un órgano eminentemente político abriera espacio para un debate sobre las preocupaciones que despertaba el volcán. El protagonista de la sesión fue Hernando Arango Monedero, exalcalde de Manizales, empresario y representante conservador. Sus palabras, registradas en los Anales del Congreso (Año XXVIII, No 144, 1º de octubre de 1985), fueron claras, serias y vehementes: advirtió sobre columnas de gases y alertó sobre las graves consecuencias de un posible deshielo. Fueron citados a dicho debate, el Ministro de Gobierno Jaime Castro, de Defensa Miguel Vega Uribe, de Obras Públicas y Transporte Rodolfo Segovia y el de Minas y Energía, Iván Duque Escobar, padre del expresidente Duque. Respondieron con evasivas, apelando a la arrogante excusa de “tener todo bajo control” pero realmente nunca respondieron, ni siquiera políticamente. En el mencionado debate, también se escuchó la voz solidaria del representante liberal por Caldas, Jaime Ramírez Rojas, quien solicitaba responsabilidades directas del gobierno y llegando a afirmar de manera expresa que “la avalancha es inminente”. También estuvieron presentes por nuestra región los representantes Guillermo Ocampo Ospina, César Gaviria Trujillo y Pilar Villegas de Hoyos, quienes optaron por no intervenir. Por aquel entonces, en Manizales, buena parte de los actores económicos se preocupaban más por la Feria que por el riesgo que corrían los habitantes que vivían al pie del Nevado. La novela de Gustavo Álvarez Gardeazabal (Los sordos ya no hablan, 1991) describe precisamente esas culpas derivadas de la inacción de un gobierno y una sociedad frente a la peor tragedia asociada a causas naturales en Colombia. Su lectura debería estar en el currículo de las instituciones educativas. Hoy, cuatro décadas después, destaco la firmeza de Hernando Arango, quien no se dejó intimidar por presiones y levantó su voz. Agradezco, además, la oportunidad de haberlo podido visitar y escucharlo personalmente en su oficina. El filósofo suizo Peter Bieri, en La dignidad humana, una manera de vivir (2017), afirma que la integridad moral y el sentido de lo importante son expresiones esenciales de esa dignidad. Lo que se percibió entonces, sin embargo, fue lo contrario: egoísmo, vanidad y frases que aún resuenan en la memoria popular como “ah, eso no pasa nada”, “de algo se tiene que morir uno” o “por algo pasan las cosas”. Y pasó. Hoy contamos con instituciones para enfrentar el riesgo. Pero la pregunta clave sigue siendo otra: ¿tenemos ya la integridad moral necesaria para pensar en el bienestar colectivo antes de que la tragedia vuelva a repetirse?