Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

 

Acompañar a las familias que están esperando la muerte de un ser querido, es una experiencia que genera muchos aprendizajes. Cada ser humano desde su historia personal y la forma como ha tejido sus vínculos, vive un drama diferente.

En unos afloran la bondad, la misericordia y el amor; en otros sus actos expresan culpas y dolor. Hay quienes consideran que es el momento para pedir perdón; mientras que para otras personas es la oportunidad para la gratitud, para darle espacio al dolor por la partida y el amor.

Observar a las familias, escucharlas, conversar con ellas en estos momentos únicos, es poder asomarse al mundo de disímiles emociones y sentimientos que las personas entretejen y anudan a lo largo del sendero de sus vidas.

A veces los recuerdos de los dolientes, son como los cuadros de una película hecha de pedazos

agobiantes y temerosos. Tenemos varios ejemplos:

 

- Un padre o esposo maltratador, vulgar y mezquino.

- Una madre que a pesar de que decide tener los hijos, los entrega a familiares cercanos, porque según ella está muy joven para amarrarse y ponerse a cuidar muchachos.

- Hermanos, hijos, tíos, primos, que se roban las herencias con miles de leguleyadas y, al final, de sus vidas regresan a las casas de alguno de esos familiares para que los cuide.

- Hijos que muy pronto se olvidaron de que tenían padres.

- Nueras o yernos que les prohíben a las parejas visitar la casa de sus padres; así estos estén enfermos o con la muerte cercana.

 

La muerte siempre es una maestra que enseña -si se quiere aprender-, a pesar del dolor, la tristeza, las preguntas sin respuestas o el final sin adiós, sin despedidas.

 

- ¿Y qué enseña la muerte?

La muerte nos descubre la importancia del tiempo, pero del tiempo vivido con bondad de corazón, con reflexión, a fin de que podamos darnos cuenta de que este pasa y difícilmente se recupera, para aprender que el cuidado es ya, que este no da tiempo para el futuro, puesto que nadie cuenta con la certidumbre del mañana.

Es importante pensar en arreglar los asuntos pendientes, tanto los legales, como los emocionales; y, de manera especial, los asuntos relacionados con la rabia, el rencor, el perdón y el amor, ojalá con el tiempo suficiente para reparar. No es lo mismo expresar el amor cuando se está todavía vivo, que cuando el ser querido (¿?) está muriendo o está en una sala funeraria.

En cuanto al perdón, este es un ritual delicado el cual, debe ser el fruto de actos de reflexión, de honestidad; no de gestos sociales o para quedar bien consigo mismo y con los demás.

Una dama en proceso de morir, cuando un ser cercano que nunca la visitó -ni siquiera estando enferma- se le arrimó a pedirle perdón, abrió los ojos y le dijo: “Ya para qué...”

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

www.fannybernalorozco.com

 

 


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