Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
La muerte de un ser querido, sucedida como consecuencia de una tragedia, suele ser demoledora para familiares, amigos e inclusive para quienes hayan sido testigos de lo ocurrido. Para las personas que quedan vivas, las consecuencias físicas y emocionales son devastadoras, por lo tanto, se requiere de un acompañamiento especial en su proceso de duelo.
Según la Asociación Americana de Psicología (APA):
‘El duelo es la angustia que se experimenta tras una pérdida significativa, generalmente la muerte de un ser querido. El duelo suele incluir angustia psicológica, ansiedad por separación, confusión, añoranza, obsesión por el pasado y aprensión por el futuro. El duelo intenso puede llegar a ser mortal, debido a la alteración del sistema inmunitario, el auto-abandono y los pensamientos suicidas’.
Como se observa, no es un camino fácil de recorrer. Por el contrario, está lleno de tropiezos y dificultades. Cada ser humano teje sus lazos afectivos de manera distinta y esta condición implica respuestas emocionales particulares e individuales.
Por ejemplo, unos lloran y se quejan por la desgracia, algunos se duelen por la soledad y el vacío, otros se culpan y se atormentan con sus remordimientos; mientras hay quienes se quedan en la orilla de la rabia y la frustración o quizás pueden sentir todos estos sentimientos juntos, con oleadas de dolor, que llegan sin avisar y sin compasión, ensombreciendo la vida cotidiana.
En fin, aceptar las tragedias es un proceso complejo de sanación y cada uno tiene su tiempo, pero ello no quiere decir que ‘el tiempo todo lo cura’. Esa es una creencia dañina, una falacia que algunas personas repiten sin conocimiento, ni claridad.
El tiempo no es curandero, es lo que cada ser humano haga con su tiempo. Es comprender que el dolor y las heridas emocionales, requieren introspección, reflexión, voluntad, responsabilidad, aceptación; una serie de cambios que no se logran por arte de magia, por el contrario, son el fruto de la necesidad de querer sentirse mejor.
También es cierto que algunas personas se quedan en el dolor, porque consideran que, entre más dolor y más lágrimas, más amor; y así lo deciden como tributo a la imagen y a la relación con el ser querido fallecido, creencia y actitud que llevan a que el doliente se quede en el pasado y no asuma ninguna actitud de cambio, ni haga esfuerzos por mejorar o superar su dolor.
Recuperarse de un duelo es un proceso que requiere materializar y forjar esfuerzos, los cuales, muy seguramente en muchas en ocasiones, superarán las propias energías. Por ello es importante repetir que: ‘es un día a la vez’.
Por otra parte, es necesario comprender que cada persona siente la pérdida y la ausencia de su ser querido de manera distinta. No hay ninguna forma para pesar, medir o comparar el dolor de los otros. Por ello, juzgar la manera de sentir la tristeza de los afligidos, es poner barreras y límites entre los dolientes. Esta falta de empatía y de respeto por las reacciones emocionales de los demás, crea distancias y silencios que entorpecen el camino de la aceptación y de la unión familiar.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
www.fannybernalorozco.com
Haga clic aquí y encuentre más información de LA PATRIA. Síganos en Facebook, Instagram, YouTube, X, Spotify, TikTok y nuestro canal de WhatsApp, para que reciba noticias de última hora y más contenidos.