El conflicto que quisieron dirimir a los golpes, Dayro Moreno y Jorge Cardona, en uno de los entrenamientos del Once Caldas, denunciado en este espacio la semana anterior, se solucionó por la mejor vía, la del diálogo, con la intermediación del técnico Herrera, antes de que tomara con fuerza vuelo público.

Es Dayro, quien ofreció disculpas ante el grupo, el ídolo de Cardona lo que el manizaleño

siempre reconoce. No fue difícil, por ello, conciliar las discrepancias.

Por otro lado, el agitado mundo del futbol es una constante toma de decisiones que acarrea riesgo para quien, como jefe, las asume.
Le ocurrió a Hernán Darío Herrera, quien reemplazó para el partido anterior de Liga, a varios de los titulares, para un supuesto descanso.
Le llovieron las críticas.
La verdadera razón no fue esa sino la necesidad de apreciar el estado físico y técnico de los jugadores recientemente incorporados, algunos de los cuales han dejado serias dudas en su aporte.

El efecto positivo o negativo de lo determinado se conocerá cuando la liga avance y se calcule en su dimensión, el efecto de la derrota ante Fortaleza.
De otra parte, no sabe lo que significa un triunfo o el efecto de una derrota, quien no se emociona con intensidad. Lo vivimos en la Copa Libertadores.

Lo anterior no justifica al Arriero en quien se han ensañado los productores de la TV oficial, con sus registros en cámara en cada una de sus rabietas. Sus descontroles emocionales, con regaños frecuentes afectan la convivencia con los futbolistas. Especialmente porque son en público.

Está el técnico en zona de turbulencia a pesar de sus pasos firmes en la “Suramericana”, condicionado por el agitado ambiente interno, la falta de resultados en la liga y su tendencia a extender cuentas de cobro a sus opositores, cuando gana.
Le cuesta asimilar las críticas. Mejor que responderlas es no escucharlas.

Lo que era un ambiente dulce, por sus éxitos, tomó un sabor amargo, en los últimos tiempos aunque no es amenaza para su permanencia.
Sus fichajes llegaron tarde, sin forma, excedidos de peso, como Déinner Quiñones con ocho kilos de más, lo que desmerece su reconocido talento.

Ibargüen, a quien no avalan sus últimos años en el fútbol con fracasos seguidos por ausencia de compromiso profesional. Acumula equipos, con pocos partidos y mucha suplencia.

No convencen Navarro y Kevin Cuesta, quien dejó serias dudas en su estreno, Castaño por desbocado y aparatoso, Beltrán quien acumula oportunidades con desdén para consolidarse y el portero Parra, inseguro e irresoluto. Todos se ven como aceptables suplentes.
Lo malo del asunto es que no se aprecia la voluntad de los directivos, por buscar otro jugador que potencie sus líneas. Y las lenguas se desbordan, cuando se calienta el ambiente.