Dicen que "en el fútbol hay que buscar las orillas porque por el centro atracan y ponen zancadillas".
Le pasó al Once Caldas , por una gambeta innecesaria de Alejo García, una falta imaginaria, un contragolpe voraz del Pereira, una defensa desarmada y una derrota lamentada. "Le robaron la cartera".
Defensa ingenua, la del Once, resbaladiza, insegura, especialmente los centrales, porque a Riquett le sobran empujones, resbalones y le falta calidad para defender su zona. A veces se ve exasperante.
A Cardona, su socio en la zaga, a pesar de ser joven, lo acosan los dolores de los viejos. Los que nacen de la nada.
Alejo, fue irrelevante como todos los sustitutos, incluido Déinner Quiñones, quien demostró porque nunca se consolida y porque salta de club en club. Es "pan de un día y hambre en los siguientes". Encandila y desaparece.
El Once, el clásico lo perdió por sus protuberantes errores defensivos, en los goles. Como en el colegio el primero, todos tras el balón, regalando espacios generosos para la crucifixión de James Aguirre.
El segundo, estudiado, anunciado, inexplicable entre jugadores expertos. Falla táctica por no defender el ataque.
Lo perdió, además, porque no le dio continuidad al juego, por las opciones perdidas y por Matorel el árbitro, que anuló un gol legítimo, con pretextos incomprensibles y pasó por alto, sospechoso, dos penaltis contra Dayro.
El goleador no estuvo fino. Se debilitó y perdió la confianza como todo el grupo en el complemento del partido, cuando escasearon las ideas.
Enfrenta ahora el Once Caldas serios retos, porque con nómina y con juego, no ha podido consolidar un rendimiento ideal.
A Mateo le cuesta jugar con Mejía. No se complementan, por lo visto hasta ahora. El uno “amarra” al otro, y la red de contención se debilita. El sacrificio de Iván Rojas tiene costo, da equilibrio.
Preocupa que la velocidad en la elaboración no se complemente con los movimientos de Dayro, quien le quita ritmo al equipo cuando el balón llega a sus pies.