En el fútbol y en la vida "la distancia entre la genialidad y la idiotez, está en un resultado".
En el Once Caldas la buena onda de la Copa se desinfla con la reducción drástica del margen de error en el campeonato, por la misión aparentemente imposible de clasificar por ausencia de goles, juego y resultados.
No ofrece buenas sensaciones ni deja indicios de la consolidación de su idea de juego de conjunto.
Se aprecia la fatiga interna y el desgaste en las relaciones. El ambiente no es el mejor, lo que se ve reflejado en los conflictos, que rebasan la línea del reclamo para pasar al irrespeto con groserías. Se ve en la TV.
Dayro, Kevin Cuesta, Aguirre, Mateo, Zapata, López y Zuleta, toman protagonismo en este aspecto.
Para agravar las cosas, a pesar de la cantaleta sobre los recaudos de Copa, que se agigantan fecha a fecha, ni muestras hay de fichajes para reforzar la debilidad de ciertas líneas.
Competir a esta altura con marcadores improvisados, deja entrever la miopía a la hora de buscar soluciones. El hincha se indigna frente a la inercia de los dirigentes.
Es evidente, además, la baja forma de algunos de los futbolistas recientemente contratados, entre ellos Tamayo, Navarro e Ibarguen, quienes viven en otros ambientes y no han pagado con futbol su derecho de admisión.
Se excluye Niche Sánchez, con su desequilibrante futbol interior y Déinner Quiñones, con sus desbordes desde la banda, a pesar de que muchas veces le sobra una gambeta, por empalagosa, con aciertos en los pases que salen maravillosos de su pie izquierdo.
Merece más minutos en el campo.
Que falta hace la velocidad de Barrios, enfrascado en problemas con Trump, buscando la ciudadanía en USA y que improductivos son Palacios y Zapata dando estériles vueltas con la pelota. Disminuidos Felipe Gómez y Zuleta, de poca incidencia en el trámite de los partidos.
El Once en la Liga no proyecta una alentadora dimensión. El balón que en tantos casos habla por sí solo, se silencia cuando llega al área rival.
Buscar no es encontrar, tener el balón no es dominar. Tocar no es entrar, crear no es llegar. El Once tiene una idea, pero la búsqueda del refugio defensivo, con líneas bajas, el temor a desprotegerse, le quita audacia, con recuperadores que van a donde va la pelota, como en el futbol colegial.
Es hora de mirar más allá de las explicaciones repetidas, los reproches disimulados y los lugares comunes en las justificaciones. Es ir por las soluciones, moviendo el tablero. Con resistencia a la presión y al ambiente espeso. Sin miedo en el rostro, sin delirios de persecución y sin presuntas conspiraciones.
P.D.: Los árbitros volvieron a quitarle un gol a Dayro. Esta vez no fue por un diente, la lengua afuera, una pestaña, sino por un tatuaje. Descaro y abuso. ¿Bronca? Lo he dicho. De nada sirven los reclamos ante la comisión arbitral.