El triunfo como inflador anímico, el gol como receta inapelable. La clasificación, el premio indiscutible.

El partido sin garantías por las dificultades añadidas, como el deplorable estado del campo, el espíritu conflictivo de los argentinos como siempre malos perdedores y las decisiones arbitrales inciertas, incomprensibles, con suspenso.

Noche redonda, por lo visto y ocurrido, con resultado remarcable, se diría brillante, que premia la fidelidad del hincha, en contra de los vaticinios de mentes alteradas, intrigantes, que predicaron la derrota, como único camino.
El resultado, los puntos y los goles, fabricados desde la adaptación al juego y la habilidad para comportarse ante los errores forzados por la cancha.
Supo el Once cuando era prioritario manejar la pelota, cuando valerse del esfuerzo que nunca negoció, cuando y donde presionar para recuperar con rapidez, lo que le permitió despliegues veloces que destrozaron la defensa argentina.
Por ello la humillación del resultado.
El partido no permitió alardes técnicos ni juegos de artificio con el balón. Tampoco profundidades tácticas, para modificar el curso.
Se trataba de jugar con simpleza, con inteligencia, y el Once lo hizo de manera impecable, siempre ganador en la serie desde el comienzo. Siempre dominador en los duelos, en el balón dividido frecuente, siempre peligroso en sus ataques.
Noche para Dayro, en los goles impecable; para Barrios, a quien sus marcadores cuando pasaba no le veían ni la sombra; para los fajadores como Mateo y los centrales quienes confrontaron sin amilanarse.
Diezmado por las expulsiones, Huracán terminó como Argentina en aquel memorable cinco a cero, por sus predicciones ganadoras en la antesala, pretenciosas y petulantes.
Los cuatro goles, para el global de la serie, lo dejaron al desnudo y sin opciones. No fue oponente de peso para el blanco, lo que deja un mensaje elocuente para el futuro en el torneo.
Los goles del Once no cayeron del cielo, como por arte de magia. Fueron trabajados en la pizarra y bien definidos. Con el encanto de las jugadas elaboradas. Excitantes. Porque desde el comienzo, mostró la intención de triunfo sin arrugarse.
En el futbol se juega de muchas maneras, sin verdades rotundas. No es el que más veces llega al arco contrario sino el que más peligro crea y mejor define. El Once supo llegar y definió con clase.