Gran dios es el dinero en el mercado de fichajes, que marca profundas diferencias entre inversión y calidad y amplía la brecha entre el deseo de los aficionados y los futbolistas firmados.

Los últimos jugadores incorporados al Once Caldas, no son garantía plena en rendimiento de alto nivel, aunque es obvia la expectativa.
Luis ´Niche´Sánchez es diferente, aunque nunca deslumbró en equipos de alta categoría. Pero, su clase con el balón, que en oportunidades asombra, es una carta llamativa, para las necesidades del club.

Juega y los pone a jugar a todos. Influye en el juego colectivo, es vistoso con sus sutiles toques al balón y se compromete en llegadas constantes al área de gol.
Kevin Cuesta es un zaguero rudo, firme en la marca, intimidante con su presencia física, es cabeceador defensivo y ofensivo, no es “tonto” con el balón, pero es más efectivo jugando con defensa de tres y no de cuatro, la que el Once no trabaja.

Quiñones enamoró a Juan Carlos Osorio cuando lo tuvo en Nacional, se destacó en el Medellín, decepcionó en América, en una serie de altibajos en su carrera de trotamundos en el futbol, que no lo ha dejado consolidar.

Es gambeteador clásico, hipnotiza con el balón en los pies, se desenvuelve con soltura en los espacios reducidos y podría ser una opción creativa interesante, por el extremo o el interior, al lado de Alejo García o como coequipero el "Niche" Sánchez.

Deslumbró tantas veces pero rápido se desinfló.
Como se ve, llegan talento y músculo, pero no diferenciales. Sin renombre los elegidos. Acomodados a la ya común gestión de mercado del Once Caldas, que privilegia jugadores sin costo, agentes libres o sin valoración extrema por sus condiciones en el movimiento de transferencias.
Ninguno es futbolista conflicto. Incluidos Efraín Navarro y Kevin Tamayo, quienes, salvo lesiones de Cuesta y Patiño, no se ven como titulares inmediatos.
No son exhibicionistas, de vitrinas o TV, musculosos con tatuajes que deslumbran fuera de las canchas y no dentro de ellas.
Mucho se habla de Daniel Mantilla y Felipe Gómez. Ambos delanteros. Con gestiones en trámite, pero complicadas, a pesar de que ambos arrastran etapas recientes de suplencia.
Mantilla es protegido de Hernan Darío Herrera, quien lo conoce bien. Promete recuperarlo. Fue su jugador en el título de Nacional. Pero cayó en la irrelevancia en Millonarios. Es del Cali, pero los hinchas lo rechazan.
Los secretos comunes en una operación de fichajes se mantienen en el Once. El ojo que busca y el dirigente que contrata, siempre estarán a prueba o bajo sospecha. Más que certezas originan escepticismo.
El retorno el viernes ante Nacional es reconfortante. Largas son las horas sin futbol, a pesar del mundial de clubes, que solo ganó calidad en los recientes partidos.
Cuanta falta hace este espectáculo, cargado de escándalos y desconfianza. Es un viaje masoquista, pero placentero. Valga la ironía.
Por lo menos la base para la competencia se mantiene, en el blanco, inalterada. Llama la atención la frescura con la que algunos clubes mantienen el interés por Mateo García ofreciendo canjes y préstamos. Es un futbolista estimado en la tribuna.
Si por un marcador de punta de Rionegro y por un delantero de Envigado, piden tres y cuatro millones de dólares, por Mateo el valor de su transferencia debe ser acorde con su juego.
El Once, que invierte poco en sus refuerzos, sucumbe fácilmente a la seducción, compra y venta de sus futbolistas.
Por fin, el esperado viernes. Cuanta falta hace este espectáculo, cargado de escándalos y desconfianza. Es un viaje masoquista, pero placentero. ¡Qué ironía!