El triunfo reconfortante. Para bajarle la intensidad a la crisis de rendimiento y resultados.

Pudo ser una noche de goleada, por lo que el Once Caldas creó, con tejido constructivo en pequeñas sociedades, pero malogró en inmediaciones del área de gol. En zonas de remate careció de olfato, precisión y tranquilidad.

Vale recordar las cuatro opciones de Michael Barrios, el cabezazo mal dirigido y a quemarropa de Kevin Cuesta, la de Dayro, la infaltable de Zapata, la de Felipe Gómez y la de Niche Sánchez, cuando no pudo controlar un balón largo, que era de su propiedad. Varias de ellas convirtieron a Galindez el portero, en la figura del cotejo.

Partido entretenido, que no llegó a los límites competitivos esperados, con pocos momentos de tensión a tope.

Por momentos emotivo, con agilidad en las jugadas en espacio reducido, velocidad de Barrios en la explotación de las franjas libres, para exponer los errores continuos en las marcas de Huracán.

Dueño de la pelota y del terreno, el Once careció del ritmo continuo para ahogar al rival y ponerlo en aprietos desde el efecto altura. Pero demostró que el trámite técnico y seguro con el balón, es la mejor vía para conseguir los buenos resultados.

James Aguirre, no tuvo acción. La vivió, intensa en su reencuentro, Mateo García. También Barrios quien parecía predestinado al partido perfecto, pero lo que construyó con los pies, lo malogró con la cabeza, por falta de enfoque y malas decisiones, en la puntada final.

Cabeza le faltó al cuerpo técnico cuando quiso excluir a Luis Sánchez, lo que el público reprobó hasta cambiar la decisión.

Riquett en lo suyo, forcejeando, en pulso físico con los delanteros que poco lo incomodaron. A su Lado, Kevin Cuesta, grande, intimidante, recio y burdo, en defensa inédita con Luis Palacios un correlón sin sentido y Juan Cuesta, pagando el tributo a su improvisación y el cambio de perfil como lateral. No brilló igual en la proyección.

Alejo García, por pasajes dio clase con sus chispazos desconcertantes para salir del encierro de rudos marcajes, para potenciar el juego ofensivo.

Quedó claro, una vez más, que, sin futbolistas con clase, no hay fútbol ambicioso. “Niche” Sánchez la tiene. Juega y pone a jugar, es hábil, profundo, directo, activo, con alto sacrificio en la recuperación.

En el aire la sensación de que el partido era para Déinner Quiñones en el complemento, cuando Huracán estaba fatigado. Que Dayro, al margen del gol no tuvo buen partido y que Felipe Gómez, y Zuleta a pesar de la jugada que terminó en penalti, no estaban en su nivel.

No se admite esta como una victoria exprés. El resultado es corto, acosa la Liga y en casa Huracán es a otro precio. La clasificación, como se ve, es un acto de fe.

P.D. El triunfo, un castigo para las lenguas venenosas que vieron al Once Caldas fuera de combate, sin jugar.