Fluminense, que ganó la Libertadores el 2023, peleó el descenso en el campeonato brasilero un año después y clasificó en el grupo del Once Caldas en la Copa Sudamericana, sin golearlo, llegó a los 26 millones dólares como recaudo por premios, en el Mundial de Clubes. Valor superior al que el Once Caldas estima como ingreso, en caso de la venta del club.

Santa Fe, campeón colombiano en medio de una aguda crisis financiera, con reparos profundos en su agenda futbolística, logró conciliar las relaciones entre el entrenador actual, el uruguayo Jorge Bava, cuyos conocimientos se discuten, y sus jugadores, para asegurar un jugoso botín. Cuatro millones de dólares y algo más, reforzarán su economía.

Sus futbolistas son del común en el mercado colombiano, varios cargados de años, pero con aporte seguro en el rendimiento del club, por su espíritu ganador, que garantizó la final y el título.

Demuestra lo anterior que, para hacer un campeón, aparte de otros aspectos deportivos, es inevitable una acertada inversión.

El Once no invierte, no arriesga, por ello no crece, es irrisorio el plan de refuerzos, para el fortalecimiento del equipo.

Sus fichajes no garantizan un rendimiento superior, no generan expectativas. No tienen cotización. Con excepción de Luis Sánchez, cuyo fútbol ha sido bien calificado y reconocido es su talento en la conducción del balón y en los pases a gol. Es un "calidoso".

Son varios los futbolistas promocionados en los medios, sin confirmación. Rumores de mercado. Que se entienden por la premura para armar la nómina por la cercanía de los torneos.

Pregonar la posibilidad de Ómar Albornoz, es un desconocimiento de su vida deportiva.
Ha jugado poco en los últimos años, por su escaso compromiso y sus serios problemas de disciplina. No es un mal jugador.

Algo diferente ofrecen Faber Gil y Andrés Arroyo. Extremo veloz el primero, hábil creativo el segundo. Pero no es fácil una negociación de este calibre, porque está demostrado que el Once Caldas no asume estos retos.

Un equipo se fortalece desde las ambiciones de los dirigentes, lo que provoca entusiasmo y produce alboroto con el rendimiento y los resultados.
Jugar al conformismo es aplaudir la mediocridad. No puede ser la clasificación a las semifinales el único objetivo. Hay que pensar en grande, para celebrar en grande. Para ganar dinero y potenciar el Club.