Estimado Juan José:
El “volveré” con que hoy anuncia el buenazo del Fraile su intempestivo y fugaz regreso a casa, a muchos debe recordarles al general Mac Arthur, quien, con el rabo entre las patas hubo de salir de las Filipinas en mil novecientos cuarenta y dos debido a la invasión japonesa, regresando a ellas victorioso dos años después.
Si bien el general Douglas salió huyendo a causa de la llegada de los feroces ejércitos nipones a las islas, a este Fraile lo sacaron del mapa de la escritura no unos bárbaros kamikazes, sino los aguerridos correctores que cumpliendo con su deber lanzaron unas cargas de profundidad que mutilaron el ánimo del clérigo convertido en cronista.
Y en su efímero regreso, hoy el Fraile pronuncia la frase “I have returned”, he regresado, que usó el famoso Mariscal de Campo y reconocido contradictor del presidente Truman cuando pisó territorio filipino nuevamente. Si bien el general de cinco estrellas regresó para lavar su honor y el de su país, el Fraile regresa para reprochar el hecho que la Fiesta de Toros y otras manifestaciones culturales hayan sido prohibidas en Colombia en virtud de una sentencia dictada por la Corte Constitucional que en este caso se extralimitó en sus funciones porque no solo falló sobre lo relativo al litigio en sí mismo, sino que resolvió legislar sobre temas que no estaban en discusión ni en la demanda ni en la ley que se impugnaba, extralimitándose en sus funciones y desconociendo la independencia y separación de los poderes públicos, quizá por congraciarse con el ejecutivo, que desde cuando ejerció como burgomaestre de la capital de la República ha venido ofreciéndole a la afición a la Fiesta Brava la desaparición de la misma del mapa de las actividades culturales tradicionales colombianas.
Bien claro es que a cargo de la Corte Constitucional está el cuidar y proteger la supremacía de la Constitución y controlar la constitucionalidad de las leyes, decretos y fallos de tutela pero por ninguna parte se establece que la misma constitución la haya facultado para legislar.
Y para acabar de enlodar el tema, a juicio de muchos el fallo emitido estuvo dirigido al cumplimiento de afanes políticos y no jurídicos, pues si hubiese sido estudiado dentro del marco estricto de la ley y la Constitución, los defectos tanto de forma como de fondo que poseía la norma impugnada eran tantos y de tal magnitud que no hubiesen aguantado un análisis serio y ponderado, que según parece no fue el que recibió. Y que me dicen de la unanimidad en el fallo. Eso sí que deja un mal sabor de boca.
Pero el hecho está dado y el escándalo andando. La tradicional tibieza de los dirigentes locales frente a la prohibición se deja ver en todo su esplendor. Términos como reinventar, resiliencia, adaptarse y reimaginar se oyen en vez de invocar posiciones aguerridas de lucha para recuperar lo perdido. Los miles de gentes que han quedado huérfanos de empleo, de ingresos y cercenadas sus libertades en Colombia dada la prohibición de las actividades de las cuales derivaban su sustento pareciera que quedaron solos y los que a su juicio “ganaron”, son cuatro gatos a quienes dejar en la miseria a muchos de sus coterráneos, suponemos les parecerá un gran logro.
El momento de la unión entre Taurinos, cultores de las Corralejas, Galleros y Coleadores para devolver las cosas a su estado natural ha llegado. Si esta no se había logrado a pesar de la insistencia de la gente del Toro en impulsar el principio de que “la unión hace la fuerza”, es hora de dejar de pensar de parte de ciertos directivos que algunas de estas actividades son de mejor familia que otras. Si queremos volver a ver que a Colombia regresen sus costumbres y tradiciones, que entre otras cosas son las que le dan identidad a un país, el único camino es iniciar unidos una lucha frontal contra los enemigos de la libertad y contra aquellas minorías que quieren, por temas ideológicos, imponer sus gustos y puntos de vista, aún a costa del daño que causen a algunos de sus conciudadanos.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile