Se ha dicho que los últimos Papas de la Iglesia han sabido ser espléndidos en sus discursos y escritos, pero que sus improvisaciones o gestos no imaginados han sido superiores.
Pablo VI iluminó con su carta “el anuncio del Evangelio”, pero brilló con el gesto de la entrega de la tiara que se usaba por los Papas para ser vendida y su producto invertirlo en alguna obra a favor de los más pobres; Juan Pablo II, el atleta de Dios trotamundo, amplió horizontes con sus cartas sobre la vida humana y cristiana, pero deslumbró con el llamado a la juventud del mundo a ser protagonista de novedades en generosidad; Juan Pablo I escribió algunas cartas a personajes, pero amplió el horizonte con su sincera y abierta sonrisa cariñosa y festiva.
EI sabio y profundo Papa Benedicto dejó con sus escritos estrellas rutilantes de verdad y sorprendió con su renuncia al papado quedando sereno, a pesar de saber que no lo comprenderían.
El Papa Francisco con sus discursos sobre la fraternidad y cartas sobre la ecología y la santidad mantenía la atención porque sorprendía con sus gestos de cercanía a los más pobres , a los no creyentes, a su estilo sencillo y descomplicado de vivir. Ahora el Papa León da energía con la entrega en sus discursos y escritos para que vivamos el amor a Dios y al prójimo y cautiva con su manera serena, calmada casi tierna invitando al mundo a la unidad, a la paz, a la bondad.
Es verdad: no es sólo cuestión de palabras, discursos y letras, sino que los gestos y actos del diario vivir constituyen la enseñanza, el valor del mensaje, la manera fiel de entregar la Buena Noticia para el mundo como es la presencia en la historia personal y social de Jesús de Nazaret y su obra de discursos, palabras y hechos claros.
Como quien se asoma a un espejo, todos debemos aprender esa verdad: obras son amores y no buenas razones, la luminosidad de la verdad se logra cuando está sellada con actos, gestos, vivencias y hechos reales, visibles y sinceros.
Es verdad, no sólo para quienes tienen influencia de amplio eco, sino para quienes desde nuestra pequeñez, amplitud ínfima y nulo reconocimiento debemos tener en la vivencia del diario acontecer, logrando hacer lo ordinario en forma extraordinaria por el soporte de amor, cariño y lealtad constantes.