El pronombre personal de tercera persona ‘le’ (dativo o complemento indirecto) es invariable en género, pero no en número. Su plural es ‘les’. A pesar de lo elemental de esta norma gramatical, son muchos los que la infringen, como en el siguiente ejemplo: “Siempre he querido demostrarle a los demás que uno puede hacer cualquier cosa...” (LA PATRIA, ‘He dicho’, Iara Mariana Monsalve Vanegas, artista de Villamaría, 1/8/2025). De acuerdo con la norma, “...demostrarles a los demás...”, porque alude a un nombre plural. En el ejemplo citado, el pronombre es ‘enclítico’, es decir, que se une a la palabra anterior para formar con ella una sola.
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Hay palabras que tienen un atractivo especial, una especie de encanto, para escritores en general, y para columnistas en especial, que las emplean sin saber su significado. Es el caso del verbo ‘trasegar’, empleado por ellos con el sinónimo de ‘recorrer’. Una muestra: “Los edificios como las ciudades tienen historia, esta hace parte de su trasegar en el tiempo e incluyen la búsqueda para adaptarse a las exigencias, siempre cambiantes, de la civilización” (LA PATRIA, Jorge Alberto Gutiérrez Jaramillo, 3/8/2025). Imagino que quiso decir “...que hace parte de su recorrido en el tiempo...”, idea que no expresa el término ‘trasegar’. Éste, originalmente, según J. Corominas, significaba ‘rozar frecuentemente, manosear’, y luego, ‘llevar de acá para allá’. Actualmente, según El Diccionario, sus acepciones son las siguientes: “Trastornar, revolver. // 2. Mudar las cosas de un lugar a otro, y en especial un líquido de una vasija a otra. // 3. Beber en cantidad vino y licores”. Sus sinónimos, ‘trasbordar; trastornar, revolver, confundir’. Los diccionarios son un auxiliar indispensable para los que nos dedicamos a escribir.
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Hay palabras que damos por conocidas, pero que a la hora de definirlas nos dejan mudos. Me sucedió con el sustantivo ‘minga’. A la pregunta de un amigo, no muy convencido, e influenciado por lo visto en televisión, le respondí que era ‘una manifestación de indígenas para pedir algo’. Mi ignorancia me llevó a los diccionarios, y encontré que es un regionalismo de Colombia y otros países de Suramérica, definido así por Alario di Filipo: “Reunión de amigos y vecinos para hacer algún trabajo en común, sin más remuneración que la comilona y el aguardiente que les da el dueño cuando lo terminan. Es voz quechua aceptada por la Academia” (Lexicón de colombianismos). Convite. El diccionario de colombianismos del Instituto Caro y Cuervo da otra definición: “Reunión de amigos y vecinos entre los indígenas y campesinos que realizan trabajos y actividades diversas en beneficio de la comunidad”. Quedamos, pues, informados, mi amigo y yo.
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El periodista Juan Lozano escribió: “...de pedirle a la señora juez que fallara en derecho” (El Tiempo, 4/8/2025). El mismo día y en el mismo diario, la columnista Yolanda Reyes tituló su artículo así: “Dos hombres, y una jueza en el medio”. ¿Juez o jueza? A lo largo de los años, este sustantivo ha sufrido variaciones sensibles: hasta la decimonovena edición de El Diccionario (1970) pertenecía únicamente al género masculino. En esa edición aparece como sustantivo común, es decir, que se distinguía sólo por el artículo (‘el juez’, ‘la juez’). Así, hasta la vigesimotercera edición (2014), en la que está asentado de la siguiente manera: “Juez-za.”, con la siguiente acepción: “Persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar”. Pero anota que para el género femenino se puede emplear también el masculino, con lo que estoy muy de acuerdo, pues me parece que la ‘a’ le quita su fuerza expresiva.