En castellano, cuando por razones gramaticales concurren la ‘zeta’ y la ‘e’ en sustantivos, adjetivos y verbos, la ‘zeta’ se convierte en ‘ce’. En sustantivos y adjetivos terminados en ‘zeta’ se presenta especialmente en la formación de los plurales, por ejemplo, de ‘pez’, ‘peces’, y de ‘feliz’, ‘felices’. En algunos sustantivos, en la formación de los verbos, como de ‘buzo’, ‘bucear’. En los verbos, en la formación de algunas de sus inflexiones, verbigracia, del verbo ‘alzar’, el pretérito de indicativo ‘alcé’ (primera persona), el presente de subjuntivo ‘alce, alces’, etc., y el imperativo de tercera persona, ‘alce’ él, ‘alcen’ ellos. Norma que se aplica también al verbo ‘izar’, y que el padre Jaime Pinzón Medina inexplicablemente olvidó en la siguiente frase: “Pero hoy en día, sin que se enseñe la Historia Patria y la Geografía de Colombia, sin que se ize el tricolor nacional...” (LA PATRIA, Voz del lector, 15/8/2025). “...sin que se ice el tricolor...”, obviamente. Esta norma se aplica también al encuentro de la ‘zeta’ con la ‘i’, por ejemplo, en algunos derivados de ‘luz’, como ‘Lucifer’ y ‘lucífugo’ (‘que huye de la luz’), y de ‘faz’, ‘facial’. Es la lógica de la ortografía castellana. En la misma oración, e inexplicablemente también, porque en sus escritos el padre Jaime se expresa siempre con casticidad, infringió la regla de la concordancia al ligar un verbo en singular (‘se enseñe’) con complemento directo plural (‘la historia y la geografía’). “A veces se descuida el buen Homero”.

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Los seres humanos le atribuimos a Dios el don de la ‘ubicuidad’. Pero no es exclusivamente suyo. En nuestro lenguaje lo tiene también la locución ‘por parte de’, presente por doquier, que se oye y se lee de día y de noche en todas las manifestaciones orales y escritas de los que hablamos castellano: la emplean cada dos minutos los narradores deportivos; los reporteros de las noticias no la sueltan; no la olvidan los columnistas, y, en general, está en boca de todos los hablantes. Tres ejemplos: “El arrepentimiento, y se rectifica, por parte del culpable” (LA PATRIA, Luis Guillermo Giraldo, 16/8/2025). “Una niña víctima de abuso por parte de su padrastro vive una infancia marcada por el dolor y la violencia” (Revista del Círculo de lectores, septiembre-octubre de 2025, publicidad de la novela ‘La niña’, de Marco T. Robayo). “La gente olvida, por ejemplo, lo que fue la masacre por parte de las Farc de su primos Turbay Cote en Caquetá” (El Tiempo, María Isabel Rueda, 17/8/2025). En los tres, sobra, porque, además de ‘ubicua’, es ‘innecesaria’, pues las preposiciones ‘por’ y ‘de’ desempeñan su oficio con suficiencia: en el primero, “El arrepentimiento (...) del culpable”; en el segundo, “...víctima del abuso de su padrastro...”, y en el tercero, “...la masacre de sus primos por las Farc”. Lo descorazonador es que ya es maleza imposible de desmatonar.

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Aunque tengan alguna semejanza, no expresan lo mismo los verbos ‘expedir’ y ‘expeler’. El columnista de LA PATRIA Francisco Javier González Sánchez empleó el primero por el segundo en el artículo en el que recuerda nuestros juegos de la infancia: “Los más pudientes tenían pistolas de fulminantes, que generaban ruido y expedían un agradable olor a pólvora” (18/8/2025). “...expelían...”, sin duda. En efecto, ‘expedir’ (del verbo latino ‘expedire’, -‘librar, desatar, desembarazar’) significa ‘enviar, mandar, remitir’. También ‘despachar, cursar’ (‘expedir leyes’). Y ‘expeler’ (del latín ‘expellere’, ‘-expulsar, desalojar, echar fuera’), el apropiado en la frase del columnista, quiere decir ‘expulsar’ (‘arrojar, lanzar algo’), ‘hacer que algo salga de un organismo o de alguna cosa’, como ‘el olor a pólvora’. Los diccionarios...