El diminutivo de ‘cabeza’ es ‘cabecita’; también, ‘cabecilla’. Esta palabra, sin embargo, desde hace mucho tiempo tiene otros significados, por ejemplo, el de ‘persona de poco valor, o de mal porte y de mala conducta’. Significa, además, “conjunto de dobleces con que se cierra el tubo de papel de alguna clase de cigarrillos para que no se caiga la picadura”. Finalmente, y esta acepción es la que aquí interesa, así le decimos al ‘jefe de un grupo de rebeldes o criminales organizados’. Con esta acepción, es un sustantivo común, cuyo género se determina con el artículo, masculino o femenino. En una de las transmisiones de las 7 de la noche de la W, en el programa ‘Sin Carreta’, uno de los presentadores dijo: “Alias ‘El Costeño’ sería la cabecilla (...)”. Según la norma, “...sería el cabecilla”, pues alude a un nombre masculino. Con el significado de ‘persona de poco valor’ también es sustantivo común. Femenino, con el otro significado.

***

Los verbos castellanos son principalmente ‘transitivos’ (‘los que se construyen con complemento directo’); ‘intransitivo’ (‘los que se construyen sin complemento directo’) y ‘pronominales’ (‘los que se construyen con un pronombre reflexivo’). Son muchos los verbos que tienen estas tres naturalezas, como ‘asomar’. Por esto, al usarlo en la redacción, hay que tener en cuenta esa característica. El columnista de Eje 21 Gustavo Álvarez Gardeazábal tituló su columna del 26 de junio de 2025 así: “Lizcano asoma al balcón” (26/6/2025). En esta oración, el verbo es ‘pronominal’, por lo que tiene que ir acompañado del pronombre reflexivo ‘se’: “Lizcano se asoma al balcón”, como decimos ‘la novia acostumbraba asomarse a la ventana todas las mañanas’. De lo contrario, tendría que emplearse con un complemento directo en su forma transitiva, por ejemplo, ‘Lizcano asoma su cabeza...’, como en la frase ‘de vez en cuando el diablo asoma sus orejas’. Con su naturaleza de ‘intransitivo’, este ejemplo: ‘el sol asoma por la mañana’ (‘empieza a mostrarse’).

De este verbo enseña J. Corominas: “Derivado de somo*, h. 1140: primero, aparecer en lo alto de un camino, de un cerro, etc.’, (así a principios del s. XV), de donde ‘aparecer a lo lejos’, h. 1140, ‘empezar a mostrarse, mostrar sólo la cabeza”. *Somo: ya obsoleto, “cima de los montes”.

***

En su artículo «Desnudando la palabra “sex”», la columnista de LA PATRIA Magda Meza dice que esa palabra “...nos conecta (...) a la vergüenza, a la culpa o al mundo de lo prohibido, y porque no, nos puede simplemente desconectar...” (26/6/2025). Algo se le ‘desconectó’ a la columnista al redactar esa frase incidental, ‘porque’ utilizó esta conjunción causal en lugar de la locución interrogativa ‘por qué’. Correctamente, entonces, de esa manera: “...de lo prohibido, y ¿por qué no?, nos puede...”. Es conveniente recordar aquí las variaciones de las seis letras que componen esa conjunción: ‘porque’ (conjunción causal, ‘por causa o razón de que’), el ‘porqué’ (sustantivo, ‘la causa o razón de algo’), ‘por qué’* (‘locución interrogativa’) y ‘por que’** (‘locución conjuntiva final’, ‘para que’). *Esta locución puede expresar una pregunta implícita, sin los signos de interrogación, por ejemplo, ‘no sé por qué estamos aquí’, o explícita, con ellos, verbigracia, ‘¿por qué estamos aquí?’. **La Academia de la Lengua acepta escribir esta locución en una sola palabra, ‘porque’, dictamen que no comparto, pues puede ocasionarles dudas a los lectores: así, si leemos ‘estamos luchando por que se acabe la polarización en Colombia’, entendemos perfectamente que ‘luchamos para que se acabe esa polarización’. No así con la palabra ‘porque’, que, en la práctica, sobra.