Las autoridades europeas incrementan medidas para disminuir o detener la inmigración, que en las últimas décadas aumentó por las guerras que sacudieron a Irak, Afganistán, Siria, Libia, Líbano, y países africanos de donde huye la gente por mar a riesgo de sus vidas con la ilusión de una mejor vida en Europa.
Hace una década millones de migrantes intentaban llegar a Europa por el Mediterráneo desde Afganistán, Siria, Turquía y Líbano en barcos precarios, muchos naufragaban frente a las costas griegas. Las cifras escalofriantes de desaparecidos en el mar eran acompañadas de fotos de niños fallecidos que las olas depositaban en las playas, como fue el caso de la inolvidable y terrible imagen del niño Aylan Kurdi. El momento climático fue en las fronteras del este europeo, donde se aglomeraron millones de migrantes y la canciller alemana Ángela Merkel, en una decisión polémica que luego le fue reprochada, dejó ingresar casi a dos millones de personas, en su mayoría sirios, libaneses, kurdos y afganos, familias enteras que tocaban a la puerta.
Después las autoridades europeas llegaron a acuerdos con Grecia y Turquía para instalar y financiar gigantescos campamentos de migrantes donde viven hacinados desde entonces millones de refugiados de las guerras afgana y siria que no lograron asilo en ningún país occidental. De manera concomitante, tras el caos creado por las revoluciones árabes y el derrocamiento impulsado por Francia y Gran Bretaña del líder y dictador libio Muamar Gadafi, que garantizaba un muro de contención al flujo migratorio por su liderazgo africano, cientos de miles de migrantes subsaharianos se agolpan desde hace años en las costas mediterráneas de todo el Magreb, especialmente en la primavera y el verano.
Desde ahí saltan al mar en embarcaciones precarias pagando altas sumas para llegar ya sea a Italia o por el lado marroquí a las Islas Canarias españolas. El saldo es de miles de muertos en la travesía. Algunas organizaciones humanitarias patrullan el mar y logran salvar y rescatar a miles de migrantes que recalan en Lampedusa y desde ahí tratan de infiltrarse a Francia, Alemania, Bélgica, o los países nórdicos, donde a veces tienen familiares.
El gobierno de la primera ministra italiana de extrema derecha, Giorgia Meloni, llegó esta semana a un acuerdo con Albania para enviar allí a los migrantes que serán devueltos a sus países, generando polémica en Europa, aunque la mayoría de las fuerzas políticas en el Parlamento europeo coinciden en la urgencia de tomar medidas como esa para limitar el flujo migratorio que se descontroló con las guerras, inclusive la de Ucrania. Al interior de las fronteras europeas ya se registran minuciosos controles. Esta tragedia ocurre en el Mediterráneo y ha debilitado a Europa, pero la crisis migratoria afecta también a América Latina de punta a punta y el sudeste asiático, por lo que los éxodos masivos ya constituyen sin duda un hecho mundial que marcará las próximas décadas.
El éxodo latinoamericano es impresionante y hay lugares críticos en la frontera colombiana con Panamá o en la mexicana con América Central, desde donde miles y miles emprenden la riesgosa aventura de atravesar el territorio para llegar a Estados Unidos, también a riesgo de sus vidas, víctimas de los coyotes y de las crueles bandas delincuenciales, que también actúan en África y Europa. El mundo entero es ahora un insaciable y peligroso territorio de éxodos que impulsa el nacionalismo, el racismo y la xenofobia.