En una conferencia de Stefan Zweig, publicada póstumamente en 1943, se refiere a su encuentro con Auguste Rodin, ocurrido en París cuando él apenas tendría poco más de 20 años, como joven universitario, y el gran escultor, de condición mayor, quien le marcó su destino. Experiencia que le llevó a invitar a disponer cada uno de una reflexión para tratar de identificar la situación que permitió darle orientación a nuestra vida, en lo que somos y habremos hecho.
Se tratará de una persona, una lectura, una palabra, o algo que fue impronta y definió el destino individual. No le faltó razón.
Miguel León-Portilla (1926-2019) fue un sabio indigenista, historiador, filósofo, antropólogo, polígrafo y políglota (conocedor de nueve idiomas), quien tuvo esa impronta de Ángel-María Garibay (1892-1967) su maestro, historiador/filólogo, dedicado al rescate de la literatura náhuatl, por su característica de creación humanista. León-Portilla hizo maestría en Filosofía y doctorado con tesis laureada sobre la filosofía náhuatl, publicada en 1956 por la UNAM, con sucesivas reediciones y traducciones a bastantes idiomas.
Llegado a Ciudad de México, con Livia, tuve especial interés en conocerlo y hacerle una entrevista. Era el año 2008, él con 82 años y en labores incesantes de investigación, escritura y docencia, en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, del cual era director. Al hablarle para la cita, expresó estar constipado y que lo visitáramos en su residencia. El 8 de octubre llegamos a su hermosa casa-biblioteca, en la Delegación Coyoacán, calle Alberto Zamora, recibidos con extrema amabilidad por él y su esposa, Ascensión Hernández, del Instituto de Investigaciones Filológicas.
Reconocimientos mutuos iniciales de sintonía, con empatía pronta, y conversación sostenida, de manera deslumbrante por ese singular sabio, durante dos horas.
En su formación filosófica fue seducido en sus estudios de maestría en California por la obra de Henri Bergson, al considerarlo una especie de filósofo-poeta. Con desapego a Aristóteles, Santo Tomás, Marx y Hegel, pero con apego racional a Platón, San Agustín y por supuesto Bergson. Garibay, como se dijo, se encargó del rescate en especial de la literatura náhuatl, y nuestro reporteado con extensión al pensamiento, a la manera de filosofía. Era natural que quienes crearon el Calendario Azteca y las Pirámides, tuvieran pensamientos y emociones, con ideales que condujeron sus actos y regularon su tránsito por el mundo.
En la lengua náhuatl (lengua indígena más hablada en México) la filosofía se expresa en canto, con baile, preguntando por palabras verdaderas, por lo que habrá más allá, de pronto un ser supremo y cómo darle expresión a los sentimientos, al corazón. Estima no ser legítimo circunscribir el término “filosofía” a los moldes desarrollados por Platón, Aristóteles, y sucesores. Alude a la armonía para saber lo que pensaban en su lengua sobre el hombre y lo que trasciende al mundo, es decir, su filosofía.
Ángel Garibay y León-Portilla crearon en 1957 el “Seminario de cultura náhuatl” que el segundo sostuvo hasta tiempos avanzados de su vida, con enseñanza de la lengua. Publicó cuarenta libros. Se destaca el de mayor rango: “La filosofía náhuatl, estudiada en sus fuentes”.
La conversación puede consultarse en: https://www.revistaaleph.com.co/miguel-leon-portilla-historiador-indigenista-en-la-flor-y-el-canto/