Sobre tres pilares administrativos se funda la democracia, la tan manoseada democracia: los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Quisiera tener mejor opinión sobre ellos en Colombia, pero no me es posible. Al ejecutivo en Colombia lo representa la Presidencia y sabemos que se gana a punta de tamales, ladrillos, sacos de cemento y, sobre todo, promesas que se sabe no se van a cumplir. El legislativo es para sentarse a llorar. Se supone que está compuesto por Honorables ciudadanos, los más honestos, los más trabajadores, los más patriotas, los más solidarios, los más ilustrados, los más correctos, los más limpios, los más cumplidos, los más conocedores del país, los más honrados, los más respetuosos de la palabra dada y del erario, los más responsables, pero resulta que ya olvidamos la lista de la cantidad de senadores y representantes indignos de su cargo, muchísimos imputados a lo largo de los años, acusados de peculados (o sea de robos), algunos de homicidios, otros en la cárcel, etc. También hay, por suerte, algunos honestos y dignos de representarnos en el noble oficio de hacer las leyes de la República, son dignos de nuestra confianza.
El tercer poder es el judicial, la justicia. Durante mucho tiempo creí en la majestad de la justicia, especialmente en los altos tribunales del Estado. Y lo creía firmemente, hasta que comenzaron a aparecer algunos magistrados de las altas cortes, totalmente indignos de sus cargos. Para mí esto representaba “el acabose” de la justicia. Que hubiera jueces corruptos lo sabíamos, jueces, llamémoslos de a pie, por oposición a los altos magistrados. Pero cuando comenzaron a aparecer estos altísimos togados inmersos en delitos, ya perdí mi fe en la justicia.
Tengo un argumento poderoso y doloroso para justificar y demostrar mi desconfianza en la justicia y es este. Hablo de las altas esferas del Estado, en el momento que vivimos. Si en cualquiera de esas altas instancias la mayoría es petrista votan a favor de Petro y si son antipetristas votan en contra. O sea no se vota en justicia sino por conveniencia. ¿Quién se atrevería a contradecirme y a decirme que no es así?
Vengamos ahora a la administración diaria de la justicia. ¿Cómo creer en ella si un juez mandó a casa por cárcel a un feminicida? ¿Cómo creer en la justicia si al asesino de un senador de la república le dan 7 años de cárcel? ¿Cómo creer en la justicia si se juega al vencimiento de términos y quedan libres los más terribles asesinos y peligrosos delincuentes? ¿Cómo creer en la justicia si de entrada la Constitución de Colombia se rinde ante los grandes ladrones del estado porque en su caso no todos los colombianos son iguales ante la ley? Se los manda a cárceles especiales con muchas comodidades mientras el resto de colombianos del montón se pudren en inmundas e inhumanas cárceles. ¿Como creer en la justicia si a los ladrones de cuello blanco condenados a veces a casa por cárcel no les obligan a devolver las millonadas que han robado? ¿Qué hago? No creo. ¿Quién me ayuda?