¿Seremos entidades obsoletas?
Señor director:
En 1969 se ensambló el primer chip, y con él despegó la era incontrolada de la electrónica que convierte a Silicon Valley (SV) en la cuna del desarrollo tecnológico y científico. Allí tienen asiento grandes cerebros visionarios, creadores de poderosas empresas y máquinas alimentadas por el internet, la bioingeniería y los macrodatos. Esta tóxica combinación amenaza la vida al ser reemplazada por el metal y la inteligencia artificial, y a futuro colocará a la humanidad al bordo de la extinción.
Después del 2007, cuando se presentó en sociedad el primer smartphone, se despertó la era de la robotización con la proliferación de dispositivos electrónicos portátiles, los cuales rediseñan las formas como el ser humano se conecta con el mundo. Ahora estos genios de SV compiten para ingeniarse buscadores y plataformas virtuales que crean dependencia y deterioran las relaciones interpersonales. Los hijos de esta época, adictos robóticos virtuales de la postmodernidad, siempre se hacen acompañar de estos dispositivos, renuncian a la libertad y al encuentro presencial, y caen en la trampa del aislamiento, de la soledad, de la frialdad, del silencio y del individualismo.
Hoy los gigantes informáticos como Meta y Google se han dado a la tarea de entender cómo funciona nuestro cerebro y, sin darnos cuenta, recopilan información personal y traducen los datos a modelos predictivos muy sofisticados. Estos permiten adivinar la elección que vamos a tomar, influyen en ella y, a renglón seguido, facilitan la venta de este cambio comportamental a terceros.
No en vano Diego Hidalgo —politólogo, filósofo, economista y consultor—, en su libro Anestesiados: la humanidad bajo el imperio de la tecnología, afirma que entregarles tantas responsabilidades a las industrias digitales tiene consecuencias funestas para la humanidad, porque se les cede la privacidad y la autonomía. Estos actores, refugiados en la ciencia y la tecnología, penetran hasta las entrañas mismas del ser humano para acorralarlo, manipularlo y esclavizarlo.
En este escenario del encierro y de la esclavitud informática, los seres humanos probablemente pasaremos a ser una entidad obsoleta. Seremos desplazados en el trabajo, juzgados y medicados por seres de metal dotados de inteligencia artificial, y someteremos la educación de nuestros hijos a estos extraños humanoides.
Quizá sea posible atenuar el fatal desenlace si nos atrevemos a recuperar el control sobre estas máquinas, como lo fue en el pasado, alejándolas de nuestra vista en franjas horarias, ubicándolas fuera del alcance de los niños y restringiendo su entrada a nuestros dormitorios. Esta efectiva estrategia es la implementada por los magos y magnates de SV con sus familiares, pues buscan que ellos tengan el control de sí mismos y puedan tomar decisiones no manipuladas, reales y libres.
Orlando Salgado Ramírez
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