La Alhambra

Señor director:

Corría la década de los 90 y la financiera que en su momento era la propietaria del lote lo ponía a la venta. Dado el tamaño del terreno y el precio fijado, no me era posible hacer ninguna oferta para adquirirlo, razón por la cual le propuse al banquero Luis Carlos Sarmiento que se uniera a este propósito y así fue comprado, lo que permitió darle seguridad y viabilidad a este emprendimiento que había pergeñado, dado el músculo económico y la experiencia constructiva del grupo Aval. La casa del lote fue construida a principios del siglo pasado, con todas las características de los albergues que le imprimieron los colonizadores antioqueños, que se han convertido en patrimonio arquitectónico nacional.

Pensé que una manera de darle vida a La Alhambra sería instalando un restaurante-discoteca, que le permitiera a Manizales tener un sitio de esparcimiento similar a lo que en Bogotá ha marcado una época, como es Andrés Carne de Res. Confieso que no tenía experiencia en esta actividad lúdica, para lo cual se contrató la asesoría de Juan Carlos Sarnari, dueño de la Estancia Chica, además era necesario encontrar el alma y la inspiración bullanguera que le diera vida.

En los años que tuve vivencias en la comarca, conocí a un personaje de novela surrealista, a quien hoy en día seguimos disfrutando, Harry Vandenenden; le transmití lo que tenía en mente y le propuse que encontráramos 10 ciudadanos menores de 45 años que creyeran en el proyecto e hicieran un aporte personal de $1.000.000. Fue así como algunos respondieron al llamado, entre los que recuerdo: a Pablo Robledo, Pablo Arango, José Manuel López, Jorge Hernán Botero y otros, algo bueno dejó esta época en el corazón y en la mente de una generación, que tres décadas después trata de reunir a un elenco de participantes para conmemorar esos años locos este sábado 19 de octubre.

El ambiente era variopinto por la disimilitud de aportantes, algunos más racionales que otros, pregonaban que eran socios del empresario más exitoso de Colombia, lo hacían con gracia y humor. El día de la inauguración, contamos con la presencia de la plana mayor del grupo Aval. Espero que los Pablos guarden las fotos en las que aparecen compartiendo con los visitantes y que las usarían como carta de presentación en las operaciones que pretendían llevar a cabo con las empresas del grupo. Cómo no recordar el repentismo de Harry, quien en los momentos más cuerdos, el escenario propicio para bailar era la barra del bar.

Había que llegar temprano para disfrutar de los olores sanos de la naturaleza que embargaban el ambiente y que con el correr de las horas se distorsionaban. Al calor de la euforia se evocaba la grandeza del mundo y del firmamento, seguramente en esos momentos ya estaban algunos poseídos por algún elixir y se sentían los más poéticos y dueños de la verdad.

Un personaje que era visitante asiduo llegó a proponerme, con el apoyo de Harry, que pusiéramos unas banderas que representaran distintas tendencias, dentro de las cuales se izaría el emblema creado en 1978 por Gilbert Baker, en San Francisco, con los colores del arcoíris. Fueron noches de alegría y esparcimiento que aún llevamos en nuestros recuerdos. Celebro que esos jóvenes de ayer y abuelos de hoy rememoren esos momentos y los insto a que conformen una asociación sin ánimo de lucro, para que con las fuerzas del sector privado y público de la región inviten al filántropo Sarmiento Angulo para que, dentro del desarrollo inmobiliario que impulsará, aporte una pequeña parte del terreno con el fin de construir para la zona cafetera una institución benéfica como la que existe en la capital de la República: el Hospital Oncológico Luis Carlos Sarmiento, que se destaca por su arquitectura y por el cubrimiento al darle cobijo a los estratos 1 y 2.

Rodrigo Garavito Hernández

 

Libertad y orden en eclipse
Señor director:

Familias y personas de todas las edades se están sintiendo en Colombia, a todas horas, perseguidas y acorraladas por malandrines de diverso origen antisocial que se apropian a la fuerza y con asustadora violencia de sus pertenencias. A muchas familias, en el peor de los casos, les han segado la vida de sus miembros y en otros sufren extorsiones y secuestros. Es claro y evidente que el Estado le bajó la guardia a la seguridad democrática, que tan excelentes resultados trajo a la paz y armonía social, estrategia que cualquier estado tiene que hacer que se concrete siempre, pues es su obligación entregar seguridad en las vidas, honra y bienes; así, la economía funciona con mayor rendimiento y efectividad, dándose un clima de confianza inversionista. Lo que se había logrado está en potente retroceso. Es evidente que lo logrado en el octenio 2002-2010 no se debió desmontar: fue la suprema defensa de la certidumbre de país. “Hoy no canta Chingolo”, como canta con tristeza un tango.
Rogelio Vallejo Obando

Calles mortales
Señor director:

Las calles se convirtieron en el escenario cotidiano donde mueren motociclistas, generalmente jóvenes, y peatones, muchos ya mayores, víctimas de esos jóvenes. El año pasado fueron 618 muertes, de ellas, 371 de motociclistas, un récord mundial. Las motos ocasionan la mitad de los accidentes con peatones, por ello no es exagerado afirmar que “son motociclistas que se matan y matan a otra gente”. En unas calles, con más del 40% de sus andenes destruidos o semidestruidos e invadidos por bicicletas y hasta por motos, caminar es, cada vez más, una empresa riesgosa pues el peatón permanentemente enfrenta dos peligros, el raponazo y el atropello por una moto que, por lo demás, suele ser más mortífero que el de un carro.
Hasta ahora no se le ha prestado atención a una situación que, sin exagerar, es alarmante, tal vez porque es una tragedia dispersa, de casos individuales, que no hacen montonera, sumidos en la cotidianidad de la vida urbana. Pero esto no puede continuar porque finalmente es una amenaza, tanto a la vida individual, como a la seguridad de la comunidad. Como tantas otras situaciones, es consecuencia de una serie de circunstancias que a lo largo de años se han descuidado y se han desarrollado “a su aire”, de manera espontánea; aisladas pueden no ser significativas, pero juntas se vuelven una verdadera olla de presión.
Juan Manuel Ospina

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