Matrimonio, sí o no
Señor director:
El acto del matrimonio, como rito de pasaje y concepto de unión legal, es más antiguo de lo que se cree. Fue documentado por primera vez en la Mesopotamia del año 4.000 a.C., en una tablilla en la que se especificaban los derechos y deberes de la esposa y el castigo en caso de una infidelidad. No obstante, fueron los antiguos egipcios los primeros en concebir la idea de matrimonio legal. Desde las antiguas civilizaciones hasta la fecha la celebración del enlace matrimonial ha cambiado mucho, pero ¿cuál fue la primera boda y cómo evolucionaron?
Los antiguos egipcios, a diferencia de otras civilizaciones antiguas, permitían que la pareja se conociera antes de casarse. Al momento de hacerlo, debían firmar un acuerdo en el cual se establecieran todos los derechos y obligaciones de los esposos. Incluso, también admitían la posibilidad del divorcio. Para los griegos, el matrimonio tenía como única finalidad concebir hijos que dieran continuidad al linaje y las tradiciones familiares. La celebración de las bodas griegas se caracterizaba por su aspecto religioso, a pesar de que no eran oficiadas por sacerdotes. Duraban hasta tres días entre rituales, festejos y ofrendas. Cada día tenía sus propias características.
En el Imperio Romano, el matrimonio también era una institución de gran importancia. En un principio, las bodas se garantizaban con la convivencia, pero todo cambió cuando el emperador Augusto, expidió normas que establecían multas a los hombres que cancelaran su boda. Debía cumplir requisitos como el consentimiento, la edad legal y capacidad jurídica matrimonial.
El 12 de noviembre de 1932, bajo el gobierno de Enrique Olaya Herrera, el Congreso de la República de Colombia aprobó la Ley 28, que modificó el régimen económico matrimonial de la sociedad conyugal y, con ella, la capacidad civil de la mujer casada en Colombia. En la sociedad actual se siguen celebrando bodas por los ritos católicos, pero en menor intensidad y por ende mucho al unísono por la vía civil. Asimismo millares de parejas tienen uniones maritales de hecho o como se dice el argot popular por la ley del canasto, lo que hacía que la Iglesia Católica censurara de manera implacable, tachandolo.
Lo que importa es que haya amor sin medida, comprensión, tolerancia y que puedan vivir en completa paz. De nada vale un matrimonio católico en obediencia y respeto por nuestras creencias religiosas, cuando viven mejor los perros y gatos o un león con una pantera. Cuando la violencia intrafamiliar es la constante, ocasiona los más hondos vacíos que laceran el alma y los hijos allí procreados se desvían en la sociedad llevando consigo la antorcha de la desdicha.
Cada quien tiene derecho y decide cómo vivir, solo, casarse o no, elegir la persona que lo llene y puedan ser felices, independiente de raza, credo, sexo, posición social, profesión, arte u oficio; o mejor tener el cariño, afecto y compañía de una mascota.
Álvaro Alzate Ussma
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