Bloquear la economía es un acto criminal
Señor director: 

Es francamente dañino que siga en Colombia tomando fuerza creciente los bloqueos monumentales a las vías de comunicación entre capitales y municipios. Ello es atentar desvergonzadamente contra la economía ... es delito de lesa patria, de lesa humanidad. La Constitución es muy clara y perentoria cuando dice que las manifestaciones, en cualquiera de sus formas, tiene que tener el ingrediente fundamental de ser pacíficas, lo cual implica que bloqueos y otra serie de atentados al art. 24 constitucional no se pueden ni se deben dar.
El Gobierno nacional y los subnacionales deben actuar de consuno. Bienvenidas las protestas pacíficas y las que no tengan ese sello, deben ser tratadas bajo el ambiente de desorden público; que el Estado al instante y sin miedo, tiene que recomponer. No podemos dejar acabar la economía, ya que de ese entramado, levantado con seriedad y mucho sentimiento de emprendedores de todo tamaño, depende la tranquilidad y paz de los hogares. Colombia tiene más de 10 millones de familias.
Me imagino en estos momentos la consternación y tristeza profunda de las diferentes cortes: Suprema de Justicia, Consejo de Estado, Constitucional viendo y observando sus ilustres miembros por los medios televisivos de comunicación, el pandemonio aterrador que se le presenta con los bloqueos a la economía, que quién lo creyera atentan contra las variables fundamentales que están inscritas en el preámbulo de la Constitución de 1991. 
Lo de Bogotá es de suma gravedad: a la hora que quieran los manifestantes díscolos, paralizan el normal funcionamiento de Transmilenio y las avenidas. Hay que decir que la Andi, Fenalco, Acopi, Cámaras de Comercio, sociedades de Mejoras Públicas, asociación de universidades, de centros educativos de primaria y secundaria con sus asociaciones de padres de familia ... todos, y con razón, están destrozados en su ánimo y amor propio, así como compungidos por el descomunal daño al orden público, que ya parece un golpe muy duro a la institucionalidad. Cuando se le suma a este caos el vandalismo rampante, el asunto se torna realmente terrorífico.
Rogelio Vallejo Obando

Cambiar de nombre
Señor director:

La idea de ponerles nombres a escenarios públicos para homenajear a determinados personajes, en Manizales tiene ejemplos frustrantes. El más relevante es el del parque de la carrera 23 con calle 48, originalmente llamado Rafael Arango Villegas, como reconocimiento al destacado escritor costumbrista. Después, para celebrar algún suceso de la vida de Luz Marina Zuluaga, el gobierno de turno bajó del pedestal a don Rafael e instaló a la miss universo, y finalmente el lugar terminó como “parque de la Mujer”, simplemente.
El estadio Palogrande originalmente se llamó Fernando Londoño, en homenaje al ilustre exalcalde de la ciudad, en cuyo mandato se construyó. Algunos dirigentes liberales, más sectarios que cívicos, resolvieron cambiar el nombre del escenario deportivo, por haber sido el doctor Londoño un destacado dirigente conservador. Y ahora, un exalcalde de muchos méritos, Germán Cardona, propone otro cambio, para exaltar al profesor Montoya, gestor de la hazaña del Once Caldas en la Copa Libertadores de América. Creo, apreciado Germán, que hay cosas más importantes en la ciudad que requieren de sus luces. Palogrande está bien, déjenlo así. Además, el nombre tiene su historia. Frente a la actual Estación de Bomberos y de la Cancha Auxiliar del estadio tuvo su residencia el doctor Félix Henao Toro, en la que había un gran árbol, que la gente identificaba como “palo grande” y tomaba como punto de referencia: “Abajo del palo grande, frente al palo grande, etcétera”.
José Jaramillo Mejía

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