Sobre el deporte
Señor director:

La inmensa popularidad del fútbol, que es mundial hoy, nos induce más que nunca a ocuparnos de él. Aunque se encuentran muchas versiones e historias sobre su origen y desarrollo, se acepta que su nacimiento ocurrió en Inglaterra. Su antecedente fue el Harpastum romano inspirado en un juego griego que utilizaba una vejiga de buey como pelota pero que, seguramente, tuvo sus orígenes en tiempos muchísimo más remotos. Los romanos lo llevaron a Britania, como se designaba antiguamente a la Gran Bretaña (Wikipedia).
Siendo un adolescente, tuve la oportunidad de ver jugar a Millonarios cuando en 1949 derrotó 3-2 al Deportivo Cali en Bogotá con goles de Di Stéfano, Pedernera y Alcides Aguilera, quienes con Néstor Raúl Rossi y otras estrellas inolvidables formaron el “Ballet Azul” en la época dorada del balompié colombiano. Me relajo viendo por televisión este hermoso deporte, particularmente el europeo, y mucho más si se trata del fútbol inglés, del Liverpool, del Manchester City, del Arsenal, etc. Me encantan el Real Madrid, el Barcelona, el Atlético de Madrid y el Sevilla, de España, como también el francés -París Saint Germain- y los equipos alemanes e italianos. Admiro su técnica, su estrategia, su rapidez, su coordinación y su cultura en términos generales. 
Desde luego me intereso también por el fútbol nacional, tanto profesional como aficionado, lo mismo el masculino que el femenino, con un gran pero que me impacienta y me produce aburrimiento: los futbolistas nuestros presentan una serie de defectos que le restan belleza al deporte como la propensión a fingir faltas inexistentes; demoras en levantarse después de las caídas, sobre todo cuando les interesa; parsimonia en la retirada del campo al efectuarse los cambios cuando su equipo va ganando; tomar por el cuerpo o el uniforme a sus rivales para cortar los avances; ponerles zancadillas o pisarles los pies para los mismos fines; enfrentarse al árbitro y protestar con grosería sus decisiones; pelearse con los contrarios, etc. 
Hace falta mayor rigidez en los directivos, en los directores técnicos y en los árbitros. Los padres de familia y los profesores de escuelas y colegios también deben tomar parte en la educación de los niños y los jóvenes para que hombres y mujeres cuando lleguen al profesionalismo enaltezcan el deporte nacional.
Manuel Galindo A.

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Sobre el deporte
Señor director:

La inmensa popularidad del fútbol, que es mundial hoy, nos induce más que nunca a ocuparnos de él. Aunque se encuentran muchas versiones e historias sobre su origen y desarrollo, se acepta que su nacimiento ocurrió en Inglaterra. Su antecedente fue el Harpastum romano inspirado en un juego griego que utilizaba una vejiga de buey como pelota pero que, seguramente, tuvo sus orígenes en tiempos muchísimo más remotos. Los romanos lo llevaron a Britania, como se designaba antiguamente a la Gran Bretaña (Wikipedia).
Siendo un adolescente, tuve la oportunidad de ver jugar a Millonarios cuando en 1949 derrotó 3-2 al Deportivo Cali en Bogotá con goles de Di Stéfano, Pedernera y Alcides Aguilera, quienes con Néstor Raúl Rossi y otras estrellas inolvidables formaron el “Ballet Azul” en la época dorada del balompié colombiano. Me relajo viendo por televisión este hermoso deporte, particularmente el europeo, y mucho más si se trata del fútbol inglés, del Liverpool, del Manchester City, del Arsenal, etc. Me encantan el Real Madrid, el Barcelona, el Atlético de Madrid y el Sevilla, de España, como también el francés -París Saint Germain- y los equipos alemanes e italianos. Admiro su técnica, su estrategia, su rapidez, su coordinación y su cultura en términos generales. 
Desde luego me intereso también por el fútbol nacional, tanto profesional como aficionado, lo mismo el masculino que el femenino, con un gran pero que me impacienta y me produce aburrimiento: los futbolistas nuestros presentan una serie de defectos que le restan belleza al deporte como la propensión a fingir faltas inexistentes; demoras en levantarse después de las caídas, sobre todo cuando les interesa; parsimonia en la retirada del campo al efectuarse los cambios cuando su equipo va ganando; tomar por el cuerpo o el uniforme a sus rivales para cortar los avances; ponerles zancadillas o pisarles los pies para los mismos fines; enfrentarse al árbitro y protestar con grosería sus decisiones; pelearse con los contrarios, etc. 
Hace falta mayor rigidez en los directivos, en los directores técnicos y en los árbitros. Los padres de familia y los profesores de escuelas y colegios también deben tomar parte en la educación de los niños y los jóvenes para que hombres y mujeres cuando lleguen al profesionalismo enaltezcan el deporte nacional.
Manuel Galindo A.