Equivocarse es de humanos
Señor director:
Los seres humanos, en nuestra lucha por la supervivencia, hemos dedicado nuestros esfuerzos a satisfacer nuestras necesidades básicas, fundamentalmente el hambre. Dotados de razonamiento, podemos pensar, amar, soñar, imaginar, crear, curiosear y retornar al pasado. En este sentido, la memoria juega un papel crucial para rescatar nuestra historia, apuntalarnos en el ahora y construir el futuro. Los errores, los problemas emocionales, los bloqueos, los temores, las dudas y los miedos quedan al descubierto cuando accedemos a ese paquete de recuerdos.
Daniel Pink, un reconocido pensador contemporáneo, ha estudiado por más de dos décadas el comportamiento humano. En su libro Las bondades del arrepentimiento, estudia una emoción común, desagradable e incomprendida. Esta sensación negativa surge cuando reflexionamos sobre todas las acciones pasadas y deseamos haber actuado de modo distinto. El remordimiento, o pesar interno, nos aqueja después de realizar una mala acción. Por ejemplo: “No escuché con atención los consejos de mis padres. No hice ejercicio, mi dieta no fue balanceada y ahora estoy en muy mal estado de salud. No invité a la pareja de mis sueños. No estudié lo que deseaba. No cristalicé un negocio. No me hice escuchar sobre un tema de importancia. No permití restablecer una relación con la persona que amaba. Gasté demasiado dinero y ahorré muy poco. Acosé a un compañero en el colegio. Le fui infiel a mi esposa”.
Pink destaca que, para sacar provecho del arrepentimiento, debemos aceptarlo, enfrentarlo, socializarlo y aprender de él, reconociendo que es una experiencia compartida por todos, independientemente de nuestra procedencia o condición. Cuando nos equivocamos, nuestro diálogo interno a menudo es duro y cruel, y la evidencia indica que debemos tratarnos con amabilidad en lugar de desprecio. Al analizar nuestros errores y las emociones que generan, podemos transformar el arrepentimiento en una fuerza positiva. Este proceso terapéutico nos permite liberarnos de patrones tóxicos arraigados en el pasado, impulsándonos hacia una vida más plena y consciente. Nos ayuda a tomar mejores decisiones, fortalecer nuestras relaciones interpersonales, abrir caminos para avanzar y vivir mejor, cultivar y proteger amistades, optimizar nuestra relación de pareja, negociar y ser más exitosos en el trabajo y la academia, y alcanzar el éxito en diferentes ámbitos de nuestras vidas.
Un ejemplo notorio de este proceso es el caso de Salvatore Mancuso, un bandido que azotó gran parte de la geografía nacional cuando comandó las Autodefensas Unidas de Colombia. Además de narcotraficante, se lo acusa de haber cometido innumerables crímenes, magnicidios y masacres, que hicieron posible la existencia de fosas comunes donde se encontraron cuerpos de niños y niñas. Él se sometió a la Ley de Justicia y Paz y se entregó a las autoridades el 16 de agosto de 2006, para luego ser extraditado a los Estados Unidos. Ahora está de regreso a Colombia, como gestor de paz, y esperamos que colabore con la justicia para esclarecer todos sus crímenes de lesa humanidad. Aunque sus acciones pasadas hayan causado un profundo sufrimiento, su disposición a enfrentar las consecuencias y buscar el perdón es un testimonio del potencial transformador del arrepentimiento.
En conclusión, equivocarse es una parte inevitable de la experiencia humana, pero el arrepentimiento y la aceptación de nuestros errores nos permiten crecer y avanzar hacia una vida más plena y consciente. Aunque no se justifican las atrocidades cometidas por este criminal que causó daños irreparables, pues estamos del lado de las víctimas, los dolientes y los desplazados, sí es un claro ejemplo del poder del remordimiento, el arrepentimiento y el perdón.
Orlando Salgado Ramírez