Costo de una deuda social
Señor director:

Hace 50 años por motivos relacionados con mi actividad laboral, vinculado en ese entonces a la Caja Agraria, viví en la costa del Pacífico correspondiente a los departamentos de Nariño, Cauca y Chocó. Hoy sin ninguna sorpresa encuentro, después de cinco décadas, el mismo subdesarrollo que imperaba en las regiones costeras que componen esta olvidada zona de nuestro país. Comunidades ubicadas a la orilla de grandes ríos, luchaban por la subsistencia explotando la riqueza forestal, aurífera y pesquera, bajo unos indicadores de pobreza macabros. Conocí a los habitantes de los ríos Mira y Rosario, Patía, Telembí, Iscuandé, Timbiquí, El Charco, Guapi, Río Mayo, San Juan, Baudó y Juradó.
Las necesidades básicas insatisfechas eran todas; la salud en casos con cierta complejidad se prestaba en Pasto, Popayán y en Cali para los más privilegiados. Sin embargo, el orden público estaba matizado por la más sana convivencia. Lo que no se tenía presente era como se iba preparando esa extensa área poblada de comunidades indígenas y afrodescendientes para convertirse en la actualidad en escenario de los más críticos problemas sociales. Cultivos ilícitos y minería ilegal con el componente de los actores armados del conflicto, son el detonante mayor para mantener la población civil acorralada o en desplazamiento forzado. En algunos sitios la presencia del Estado ha sido sustituida por organizaciones al margen de la ley.
Debemos reconocer cómo los problemas no se generan de la noche a la mañana, se enquistan con los años produciendo reacciones muy tarde en detectarlas y cuando se trata de atenderlas ya no tienen solución o son de difícil reparación. Una región con inmensas posibilidades, olvidada por los entes gubernamentales de los departamentos y la Nación, clama por la solución de los problemas no atendidos y heredados por los años. Son regiones con idiosincrasias propias, con etnias autóctonas ocupantes de territorios por siglos y con una identidad cultural sui generis. Queda el pago de una deuda social con intereses de mora acumulados, representados en vías, puentes, puertos aéreos y marítimos, infraestructura urbana, desarrollo agropecuario, crédito de fomento, equipamiento turístico, servicios públicos, vivienda, salud y educación.
Solo así se logran neutralizar el conflicto armado y las economías ilegales; restablecer la paz, la seguridad en poblaciones expuestas a los efectos de una guerra ajena a sus intereses y reincorporar esta extensa región al resto de Colombia, brindándole a sus moradores las oportunidades nunca suministradas por el centralismo o desinterés del gobierno nacional.
Jaime Escobar Herrera

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