El bullying
Señor director:
Vivimos en una sociedad, por infortunio, en la que los valores han decaído ostensiblemente; prevaleciendo la arrogancia, la soberbia, el odio, la venganza, el egoísmo, el resentimiento y la envidia.
Qué deplorable ver cómo algunos con sus actitudes disfrutan de modo circense causándole afrenta a sus amigos o compañeros. Razón sigue teniendo el pensador inglés Thomas Hobbes al decir: “Homo homini lupus” (el hombre es el lobo para el hombre). No sólo es una frase célebre, sino que plasma con total realismo la conducta envolvente y mezquina de algunos seres humanos.
La práctica del bullying o acoso escolar tiene como causa principal el entorno familiar, víctimas y agresores tienen antecedentes familiares asociados a padres autoritarios, sobreprotectores, violencia doméstica y falta de comunicación. El bullying parece haberse intensificado este último siglo a causa del Internet y las redes sociales, porque es un fenómeno que ha existido siempre. El origen etimológico de la palabra se remonta a 1973, cuando el psicólogo escandinavo Dan Olweus nombra así por primera vez a la violencia en el ámbito escolar.
En aras de evitarlo o al menos minimizarlo, son los padres de familia con el hijo y las escuelas y colegios los que deben realizar talleres de integración de manera independiente y luego integrar a los demás compañeros, fortaleciéndolos en valores. Lo que anida en el corazón de cada persona es lo que nutre su alma. La nobleza, la bondad y la humildad, son los pilares y tesoros que más enriquecen y enaltecen haciendo crecer al individuo.
El paso por la adolescencia es difícil por la misma inmadurez psicológica propia de la edad, son más predispuestos a lo que llamamos “recocha”, a jugar pesado incluso de manos, a hacer chistes, a compartir chismes, a reír, a gritar. El bullying continúa después de la adolescencia y se perpetúa en la edad adulta, pues no se puede ocultar entre determinados grupos poblacionales, dependiendo de su nivel cultural, como en algunos oficios para no estigmatizar a nadie, se conocen por el apodo o sobrenombre y se tratan duro. Para dar un ejemplo, le dicen a otro care ratón, care caballo, el gato, el loro, chigüiro, el burro, el orejón, a un hombre muñeca, el perro, gacela. Lo curioso es que quien lo recibe lo acepta, le agrada y a veces y devuelve lo mismo. Obviamente entre los jóvenes es más exagerado y resisten menos, son más propensos a irritarse, repito, por su inmadurez psicológica.
Álvaro Alzate Ussma
Sociedad de la sospecha
Señor director:
Andaba con otra persona haciendo gestiones. Aquí y allá piden la cédula, pero no contentos con tenerla en sus manos y a último momento exigen una fotocopia (ampliada al 150% no sé por qué). Aunque uno está ahí en cuerpo y alma y todo demuestra que uno es uno, y no otro, se asume lo contrario.
Le toman la huella del pulgar derecho y después la del izquierdo; el índice derecho, que también procuran, ya desgastado, se niega a dar la suya. Luego resulta que este papel hay que autenticarlo y por fin firmar aquí y aquí y, otra vez, untarse de tinta y untar de ella cuatro hojas. Lo que se asume serían diez minutos se tarda tres horas. Sociedad de sospechosos en la que solo el criminal no lo es.
Volteé entonces y le dije a la persona con quién estaba: “Felipe, ten en cuenta que al llegar al paraíso San Pedro te pedirá un certificado de que estás vivo...”.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona