Qué difícil es perdonar
Señor director:
En la cotidianidad de la vida siempre surgen todos los acontecimientos ajenos a nuestra voluntad provocados por agentes externos que laceran terriblemente nuestras almas. Creemos que para estar tranquilos y en completa paz interior, debemos ojalá perdonar, como solemos escuchar: “perdono, pero no olvido” y eso es absolutamente normal, ya que nuestra mente es poderosa y graba con precisión todos los sucesos acaecidos. Los más marcados dejan profunda huella negativa, siendo los más difíciles de olvidar, produciendo lógicamente tormentos al alma y hasta afectando el ser en su salud, dado el resentimiento que se enquista en el corazón. Lo más sano y que nutre el espíritu y la psique, es procurar no pensar en los dolorosos recuerdos y menos hablar de ellos, ya que el pasado es pasado y ya no existe. La mejor manera es tener ocupada la mente en cosas positivas y saludables, que con el tiempo ayudan a sanar.
Álvaro Alzate Usma
¡Lo es, y siempre lo será!
Señor director:
Se cumplieron dos años de un hecho luctuoso. Y a pesar de serlo, hay muchos que están celebrándolo como un acontecimiento feliz, como algo que merece ser recordado con vítores y palmas. El 21 de febrero de 2022, en efecto, se publicó la sentencia 055, Causa Justa, - ¡qué ironía!- con la que la Corte Constitucional afirmaba el “derecho” que las mujeres colombianas tenían de asesinar o permitir que asesinaran a sus propios hijos no nacidos. Y, sí, de palmas y de vítores están llenos los renglones del artículo que en El Tiempo publicó doña Marta Royo. Claro, no hay de qué extrañarse: ella es la directora ejecutiva de la mayor empresa criminal de infanticidios que hay en Colombia, que se llama Profamilia. Hay en esa publicación aseveraciones realmente estrafalarias, en cuyo trasfondo campea una profunda inmoralidad.
“Hace dos años, Colombia dio un paso histórico…en un camino cuya meta ha sido siempre la garantía de derechos… Ponderar los derechos de la mujer nos acerca cada vez más a esa sociedad…por la que tanto trabajamos…. Fue una buena decisión, Corte.” Y tiene la desfachatez, esta dama, de ufanarse como de un gran logro por el hecho de que “el mismo balance da cuenta de un aumento del 18.7% en el número de abortos en los dos últimos años” Y para terminar, se atreve a decirnos cuál es el camino: “Es momento de avanzar y dejar atrás sesgos y posiciones anquilosadas en el tiempo… Espero que Colombia siga caminando en esa vía…”
No, señora, las cosas no son así. Por más que los corifeos de la muerte continúen en su empeño de paliar la realidad con tramposos eufemismos; y por más que organismos prevaricadores y perversos, como nuestra constitucional, se arroguen el derecho de otorgarle patente de legalidad, el aborto, sea cual fuere el momento en que se practique, ¡es un crimen, es un asesinato, y siempre lo será! Y matar a un inocente ¡no es un derecho, y nunca lo será! “La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde su concepción… Desde el siglo primero la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado… Esta enseñanza…no ha cambiado…permanece invariable…La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave… El derecho inalienable de todo ser humano inocente a la vida, constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación…” (Catecismo de la Iglesia, 2270-2273) Ahí está, y en innumerables documentos, la doctrina católica inmarcesible y luminosa.
No tenemos razón alguna para celebrar como un acontecimiento feliz la nefasta y criminal decisión con que hace dos años se le dio estatus de legalidad al asesinato de los niños. Es todo lo contrario. No hay derecho a que sigamos hablando dizque de la potencia mundial de la vida cuando permitimos y hasta celebramos que se instaure la cultura de la muerte, y la muerte de los más inocentes e inermes. Ese bebé que crece, en un proceso admirable y maravilloso, en el seno materno, tiene tanto derecho como cualquiera de nosotros, a vivir y a ser amado. ¡No lo maten! Una y mil veces: ¡No al aborto, sí a la vida!
Mario García Isaza c.m.
Por la salud como está
Señor director:
Nuestra generación tiene el privilegio de haber vivido en tres siglos. Tres, porque en realidad el XIX acabó en los sesenta del XX. Y el 21 se precipitó sobre el 20. Pues acabo de salir de una cirugía en el abdomen, que requeriría de una enorme incisión, pero ya hacen con una técnica que significó ir del quirófano a la casa en un lapso de solo 8 horas. Al modo del doctor McCoy en Viaje a las Estrellas, ya casi será ese aparato de luces que él pasaba por sobre el cuerpo y lo recomponía. Una semana después el propio cirujano dice: no parece que te hubiera hecho todas estas cosas y estés tan bien. Valor de la factura del hospital, la excelente clínica San Marcel, su no menos excelente equipo, el doctor Giovanni Vergara y su gente, $1.00 porque el sistema no admite $0.00.
Y el preboste a cargo quiere destruir el sistema de salud, para volver al ISS de los setenta. Un sistema forzado, estatal, cubocomunistoide, absurdo, fracasado aquí y en todas partes, sin opción de escoger, sin posibilidad de libertad. Tenemos un estupendo sistema de salud, dígase lo que se diga.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona