Un llamado a la salud mental
Señor director:
No mencionaremos a Santiago Nasar, ya que los nombres no aparecen en las noticias. Sin embargo, tal vez la próxima persona que decida lanzarse de un puente sea alguien como Santiago Nasar: un individuo del cual todos saben que será víctima de un asesinato, excepto él mismo. Podría ser un hijo o hija, madre o padre, prima o primo, sobrina o sobrino, amigo o amiga; no lo sabemos con certeza. Lo que sí sabemos es que, si no tomamos en serio a los suicidas del Vizcaya, su número seguirá creciendo en Manizales. Esto se debe a que el deseo de suicidio va más allá de tener la facilidad en un lugar específico.
Imaginemos a un joven X, un universitario que decide lanzarse en un determinado día. ¿Cuáles son sus razones? ¿Quién es él? Los medios de comunicación no han abordado este tema, no obstante, la manifestación reincidente que se encuentra en los medios de Manizales es acerca de la necesidad de construir infraestructura para prevenir suicidios. ¿Es realmente la arquitectura del puente Vizcaya la causa de estos trágicos eventos? Sabemos que no lo es. Entonces, quizás deberíamos empezar a preguntarnos sobre estos seres anónimos a los que hoy se les erige un monumento de vidrio, custodiado por la Policía. ¿Podría detenerse la oleada de suicidios en Manizales mediante este memorial?
Vale la pena pararse en el puente, contemplar los atardeceres multicolor a través del vidrio y suspirar en nombre de aquellos que han buscado transmitir mensajes de manera pública, a quienes no hemos querido escuchar. Vale la pena investigar, descubrir quiénes son y qué mensajes intentan transmitir con sus acciones. Al hacerlo, podríamos reflexionar: ¿por qué no considerar la posibilidad de crear espacios de salud mental abiertos y anónimos en lugar de sólo construir muros de vidrio en lugares elevados?
Este problema va más allá de la infraestructura; la salud mental es un problema de salud pública.
Natalia Giraldo-Jaramillo
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