Un tango, ‘Desconfiale’
Señor director:
Los tiempos que vivimos tienen incertidumbre, resultado de que las sociedades han ido experimentando transformaciones en las que campean conductas inconvenientes, que conducen al desorden moral sustentado en el engaño y procederes non santos de personas ávidas de dinero y poder que generan desconfianza por doquier y contagiado a la sociedad sin excepciones. El tango “Desconfiale” es como un himno a tan triste condición socio-cultural que hace añicos las buenas maneras de relacionarse entre las personas, desde un simple negocio hasta un trato o acuerdo entre ellas. Este tango, cuyo autor fue Francisco Canaro con la interpretación de uno de sus cantantes estrella , Charlo, es bien representativo de la desconfianza social que nos permea. Un aparte de su letra ilustra tan nefasto comportamiento: “El desconfiar es cosa necesaria/, para enfrentar los tiempos que corremos/, hay que dudar de buenas y contrarias/, y no creer ni en aquello que creemos”. Por definición, desconfiar es no confiar, tener poca seguridad o esperanza, es no creer en nuestro congénere, porque se ha vulnerado el compromiso a la palabra, a los acuerdos que pueden estar sustentados en normas, condiciones o requisitos previos.
Los tangos y sus letras le cantan al amor, también a situaciones de la vida que agobian o afectan emocionalmente, en una especie de equilibrio que satisface egos y voluntades para trasegar socialmente buscando paz y sosiego. Un tango muy común es el titulado “Cambalache” que ha retratado el comportamiento del ser humano desde casi un siglo y tiene adeptos por doquier; la letra de la autoría de Enrique Santos Discépolo, ‘el poeta de la desesperanza’, lo catapulta como una guía para los que el desconfiar ha sido parte de sus vidas, un fragmento nos ubica: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor/, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador/, ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!”. Este clásico puede ser el pionero del canto a la sociedad que convulsiona en la deslealtad y el afán de conseguir riqueza a merced de estropear la generosidad del congénere honesto, que ante semejante desilusión difícilmente asimila y se hará parte del batallón de los desconfiados.
Rigoberto Escudero Osorio