Dos denuncias
Señor director:
Sin ninguna explicación que merezca credibilidad y buen juicio que aguce el entendimiento fueron suspendidos los servicios públicos en una empresa tan importante como Jardines de La Esperanza, de la Panamericana. Los domingos, por no hablar de otros días, la afluencia de visitantes con sentimientos van a visitar a quienes en vida fueron sus allegados, sus familiares, amigos a depositar un ramo de flores y muchos de ellos a acompañar, asear, hidratar las plantas ornamentales o expresar una oración con gratitud, porque “ las personas no se van , evolucionan y cambian de lugar”, y por eso las acompañamos con gratitud.
Pero… ¡qué extraño!, de un momento para otro cerraron los servicios que son higiénicos, espaciosos, bien dotados y colocaron baños públicos que son unas bóvedas incómodas, poco higiénicas y muy estrechas a la vista del público, casi sin privacidad y con personas haciendo fila y acosando para que quien está haciendo uso del servicio salga y dé paso a la siguiente. No hay consideraciones con las personas adultas, que somos la mayoría, para acceder a estos “servicios” por problemas de salud, por andar en muletas, estar en silla de ruedas y otras limitaciones. A veces, toca buscar el monte cuando no es una urgencia mayor. Muchos preferimos no usarlos corriendo el riesgo de enfermar, otros lo hacen a campo abierto, actitud que no es elegante, ni propia de la educación de un buen ciudadano, pero toca hacerlo. Por favor, una empresa con tanto, con tantos usuarios y recursos, piense que en este caso la calidad de servicio al cliente incluye necesariamente la prestación de unos buenos servicios.
Segunda denuncia:
Sí, es cierto, la carrera 23 es una mercadería muy intrincada, compleja y hasta entretenida. Debe parecerse mucho a Liberlandia (?), una capital de una región cafetera con galería en pleno corazón de la ciudad. Pero…, si aplicáramos un poco de sindéresis, concluiríamos que los comerciantes informales no son invasores de mala fe, sino por necesidad. Son comerciantes o vendedores callejeros, no porque les guste o lo hagan por hobby, no, es porque el instinto de conservación los induce a hacerlo. Es el desempleo, irresponsable, injusto e inequitativo el que de la noche a la mañana convierte a las personas en “comerciantes” sin tener idea de lo que eso significa.
Que “falta mano dura”, dicen algunos insensatos que no saben nada, pero nada, de cómo funciona la economía capitalista: “Sálvese quien pueda”. Ofrézcales empleo a estos dignísimos conciudadanos y seguro que al día siguiente la 23 estará completamente despejada. Es fácil, desde un cómodo despacho oficial con buen sueldo, en un buen ambiente de seguridad y de confort, tomar decisiones que agraden a unos y perjudiquen a los más vulnerables, a los más débiles, a los más pobres.
El señor alcalde sabía que la ciudad está llena de problemas, si buscó ser gerente de esta gran empresa también tiene las capacidades para encontrar soluciones y no de cualquier manera. Ah, que la solución es la educación, de acuerdo, pero con empleo que garantice ingresos dignos, se lograría una mejor educación y mejor nivel de vida para todos. Aquí no es cuestión de desalojar, es cuestión de humanizar y reflexionar para actuar.
Elceario de J. Arias Aristizábal
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