Los partidos perdidos
Señor director:
Cuando la noticia de la muerte de Bobby Chartlon, el jugador inglés, me llega, viene con el recuerdo del Campeonato del Mundial de Fútbol, celebrado en Inglaterra, en 1966. Los compañeros de tercero de bachillerato no hacían fuerza por la selección Colombia porque no había clasificado y, por tanto, no era parte de los dieciséis equipos que se embarcaron a Inglaterra a disputar el campeonato. No faltaba quien recordara el mundial de fútbol celebrado en Chile en 1962. Volvía a la memoria el gol olímpico de Marquitos Colt y, como la Araña Negra- Lev Yashin fue inhábil para detener los cuatro tiros que terminaron en el empate frente al esquipo de la Unión Soviética. Pero de la eliminación de la selección colombiana no se hablaba ni una palabra.
El campeonato se jugó entre el once y el treinta de julio de aquel año, en periodo escolar en tiempo de clases, calendario A. Y, en las clases, la atención no se encaminaba a los productos notables, a las ecuaciones. Tampoco interesaba la historia ni la Revolución Francesa, mucho menos las clases de biología. De esta manera, Néstor, Mario, Omar y otros alumnos con el papel delante, el esfero en el pupitre y la mano en la oreja escuchaban por el audífono que se conectaba con el transistor oculto, no con el celular, mientras el profesor ante el tablero se esmeraba para demostrar el teorema de Pitágoras, o bien polinomios del algebra de Baldor. En las horas de descanso -recreo- el tema no era otro que el equipo de Brasil por él que los estudiantes hacían fuerza y, esperaban que llegara a la final. La selección carioca le ganó a Bulgaria. Quedaban dos rivales. Por el audífono entró el desaliento, casi se apagan los transistores cuando Pelé cayó lesionado ante Hungría y, tuvo que retirarse del partido. Pero llegó el momento del desastre y, se apagaron los transistores dado que Brasil cayó, por tres a uno, ante Portugal.
No era posible que a la selección del favoritismo de los jóvenes hinchas se la hubiese eliminado y se volviese a las aulas de clases, en la cuales se sentían frustrados. Entonces, con las alas rotas no hubo más remedio que hacer fuerza por Portugal. Una estrella que reemplazara al futbolista brasileño. Algo tenía que ver Portugal para pasar a ser favorito, por consolación… Una figura fugaz como Eusebio calmó el desaliento y, el dolor por el equipo eliminado. En las siguientes rondas Portugal clasificó, pero el equipo no llegó a la final, escasamente al tercer lugar. Entonces, Néstor, Mario, Omar y los otros dejaron el transistor y, no escucharon el último partido cuando los alemanes fueron derrotados por los ingleses, cuyo capitán Bobby Chartlon alcanzó el momento glorioso con su equipo.
A la sazón, ellos estaban centrados en las clases con los cuadernos abiertos, el lápiz en la mano, la atención en la explicación del maestro, y los transistores en silencio, pues las pilas se habían descargado.
Silvio E. Avendaño C.